Ahora ya se sabe, la fiscal Anticorrupción ha denunciado a los miembros de la comisión de valoración. En una mano, los documentos del denunciante: un expediente administrativo mutilado, unas hojas de cálculo, algún pendrive y las sospechas. En la otra, el resultado de las diligencias de investigación iniciadas el 20 de abril, justo una semana después de que se presentara la denuncia ante la fiscalía anticorrupción. La cosa tenía miga y merecía la pena enfocar y ver bien que era lo que parecía. Todo rápido. De esas diligencias, nada se sabe. En breve, salvo decreto del sumario, lo sabremos. Tiempo al tiempo.

En el burro de los que subieron alegremente al onagro, ninguno bajó su poca cabeza para darse cuenta que aquello no era de verdad un Platero domesticado, que era un morlaco incontrolado que podía lanzarlos contra las vallas, malherirles y alejarlos del ruedo para siempre. Tampoco los que desde fuera azotaron al animal sin cuidar que el bicho volviera sobre sus pasos y los pudiera empitonar pensaron que aquello podía suceder. "Pensar Poco", llevan tatuados en el cogote. Y ocurrió. Todo el mundo debajo de su butaca, en silencio, a ver que pasa y por dónde. Cual sacrificio a los dioses del imprevisto, lanzarán los restos del monosabio en forma de cese o dimisión a entretener su propio engendro que los amenaza. Eso, en breve. Por suerte, alguien dejó sobre la arena un lazo jurídico en forma de recuerdo de reposición con el que se podría agarrar a la fiera, anulando la chapuza, ahora presunto delito y rebobine toda esa película administrativa al momento en el que nombrando una nueva comisión (la de antes estará un tiempo ocupada sacándose polvo de la oreja), se empezará todo desde cero, aliviará a todos de esta pesadilla y conjurará el triste paisaje que se presenta. Todavía, a pesar de ver la aleta serpenteante del escualo desde la playa y cómo éste se acerca más y más, habrá quien que con el agua hasta el cuello, siga invitando al resto a mantenerse en remojo, que se está fresco. Defendiendo la transparencia del invierno y sus matemáticas euclidianas, los días marcianos y las emisoras de dos oyentes, quince trabajadores, y trescientos mil de ingresos. Disculpa lector, que sin quererlo esta parte sale en verso. Que todo está bien, que hemos hecho lo correcto, que me importa lo que oculta el escroto arruinar con mi ruindad y hacer un roto. Pobre gente, la que emitía y también la que oía. ¡Que recurran! dijeron desde el agua. Claro, lo hicieron. Además por lo de las rositas, para que no e vayas, la denuncia. La peli es otra. Ya no es de risas. Ahora, esta vez nítido y claro, vuelvo a ver otro que lleva "Pensar Poco" en la nuca tatuado. El tiburón le ha metido un mordisco en el vientre y otra dentellada deja una pata colgada. Y sigue diciendo con la pierna en la mano: "¡que recurran! que esto es un rasguño de nada.

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