El espectacular guacamayo barba azul, una enigmática especie cuyo hábitat en Bolivia se desconocía hasta 1992, ha aumentado en diez veces su población gracias, en parte, al entusiasmo con el que los bailarines de la danza de los "macheteros" han sustituido las plumas naturales de sus tocados ceremoniales por otras confeccionadas en taller.

El guacamayo barba azul (Ara glaucogularis) es un gran y colorido loro azul y amarillo del que los centros de la cría empezaron a recibir ejemplares en cautividad a finales de la década de los 70 del siglo XX pero sin embargo, se desconocía su lugar preciso de procedencia, indica David Waugh, director de Loro Parque Fundación.

Waugh, junto con Christoph Kiessling, vice-presidente de Loro Parque y Juan Villalba, consejero de la Fundación, acaba de regresar del departamento boliviano de Beni, donde se encuentra la reserva en la que habita este guacamayo en las Llanuras de Moxos, una región de sabana tropical con inundaciones estacionales e islotes, en los que el barba azul come y hace sus nidos.

Ello se debe a que en estos islotes -en la sabana que se extienden sobre un área de 213.654 kilómetros cuadrados- hay bosques de palmera "motacú" en la que habita el guacamayo barba azul para ponerse a salvo de las inundaciones.

El biólogo explica que en su momento el zoológico tinerfeño Loro Parque recibió un par de parejas de este guacamayo y logró la primera reproducción en cautividad en el mundo, en 1984, ocho años antes de que los científicos encontrasen su hábitat, en Beni, al norte de Bolivia.

El problema es que las sabanas del Beni están prácticamente ocupadas por grandes estancias ganaderas cuyos propietarios desplazan el ganado hacia los islotes, lo que contribuye a la desaparición de los árboles y el palmeral que acoge al guacamayo.

Ello provocó que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) incluyese a este loro en la lista roja de especies amenazadas y para evitar su extinción, Loro Parque Fundación se asoció en 1995 con la asociación boliviana Armonía y la primera acción consistió en calcular cuántos ejemplares podría haber.

En un área tan grande era como buscar una aguja en un pajar, señala David Waugh, y en 2000 se llegó a una conclusión alarmante: la población silvestre del "Ara glaucogularis" podía ser de sólo 36 guacamayos.

Entonces se decidió "acelerar" el programa con un plan de recuperación que fue aprobado por la Dirección General para la Biodiversidad del Gobierno de Bolivia, y que conllevó de forma paralela el impulso de actividades de educación y sensibilización para los ganaderos, escuelas y otros grupos de la comunidad.

Entre ellos, los participantes en la danza indígena de los "macheteros", para cuyos tocados se utilizaban las plumas de la cola de los guacamayos, que eran tiroteados para este fin.

Los biólogos decidieron trabajar con los representantes de las asociaciones indígenas para ofrecer alternativas a las plumas naturales y se organizó un concurso para recibir propuestas que obtuvo "una respuesta sorprendente y maravillosa", detalla David Waugh.

De hecho, uno de los ganadores elaboró un tipo de pluma con tela tan buena que ahora se vende "un kit de tocado" para la danza, y otros grupos han establecido sus propios talleres para crear diseños diferentes para los tocados.

El director de Loro Parque Fundación señala que la ong Armonía mantiene un registro de los talleres y vigila la calidad de estas plumas alternativas, lo que además demuestra que el proyecto de conservación en sí mismo "es capaz de fomentar la generación de empleo y de producir más actividad económica dentro de las comunidades".

Y con los ganaderos se intenta que haya turnos a la hora de llevar los animales a los islotes, de forma que algunos queden libres durante al menos un par de años para permitir el crecimiento de árboles y palmeras.

A todo ello se suma la puesta en marcha de medidas contra el comercio ilícito de especies y la instalación de cajas-nido para compensar la falta de cavidades naturales que ha provocado la eliminación de árboles "maduros".

Poco a poco todas estas iniciativas han logrado que la población silvestre del guacamayo barba azul sea actualmente de 350 ejemplares, diez veces más que en 2000, precisa el director de Loro Parque Fundación, una entidad que ha destinado 1,3 millones de dólares para la recuperación de esta especie.

Además en diciembre de 2013 la asociación Armonía ha podido comprar más tierras para duplicar el tamaño de la reserva natural del guacamayo barba azul, que cuenta ahora con 11.000 hectáreas.

Esto ha sido posible con el apoyo del American Bird Conservancy, el comité nacional de los Países Bajos de la UICN, el Rainforest Trust y el World Land Trust, entre otros.

El objetivo, prosigue David Waugh, es lograr una reproducción exitosa y que la tasa de reclutamiento de jóvenes guacamayos barba azul siga aumentando para que la UICN pueda reducir su categoría de riesgo en la lista roja.