Asediado por las excavadoras, el monje budista vietnamita Thich Khong Tanh se niega a abandonar su pagoda, que las autoridades de Ho Chi Minh (antigua Saigón) quieren demoler para levantar un gran distrito financiero.

"Llevo aquí 50 años, llegué con 22 años y tengo 72. Mi deber es quedarme, aunque ya todos los vecinos hayan tenido que dejar sus casas. La Administración dijo que me obligaría a irme después del año nuevo lunar (el pasado 8 de febrero), pero de momento no tengo noticias", declara el monje.

La pagoda de Lien Tri, erigida en 1940 en el área de Thu Thiem, una zona rural cercana al centro, se ha topado con los ambiciosos planes de desarrollo de las autoridades, que quieren convertir la zona en el nuevo centro financiero de esta urbe de nueve millones de habitantes.

Los proyectos publicados en la prensa local dibujan un paisaje de modernos rascacielos y centros comerciales en el que no hay espacio para el humilde templo de Tanh, uno de los pocos edificios que aún resisten entre el polvo y el ruido de la maquinaria de construcción.

"Ya no queda nadie, pero hay familias que guardan aquí las cenizas de sus familiares fallecidos. Y antiguos residentes siguen viniendo a menudo a visitarme", dice.

El bonzo sostiene que aunque se lleven a cabo los planes de desarrollo "la gente que viva o trabaje en la zona necesitará un lugar para rezar".

"No hay por qué demoler la pagoda", insiste.

Miles de vecinos se vieron obligados a aceptar la orden de expropiación del Gobierno, que les pagó 10 millones de dong (400 euros) por metro cuadrado, un valor por el que, según Tanh, no podrán adquirir una nueva vivienda sin endeudarse.

"Es injusto porque ellos tienen que pedir un crédito al banco para comprar su nueva casa mientras que el Gobierno ganará mucho dinero cuando revenda los terrenos para la construcción del nuevo distrito. Pero no tienen opción", se queja el religioso.

A él le ofrecieron 274.000 dólares y la posibilidad de irse a otra pagoda en las afueras de la ciudad, pero insiste en que "no es cuestión de dinero".

Decidido a quedarse a no ser que le obliguen a irse por la fuerza, el monje trata de buscar apoyos de organizaciones internacionales de derechos humanos y de gobiernos de otros países, como Estados Unidos.

En su campaña cuenta con el firme apoyo del consejo interreligioso vietnamita, la asociación de las cinco principales religiones del país, que acusa al régimen comunista de Hanoi de forzar el desalojo a quienes rechazan la oferta del Gobierno y de atentar contra la libertad religiosa.

Según esta organización, las autoridades consideran la pagoda de Lien Tri como un punto negro por la ayuda de Tanh a combatientes del Ejército de Vietnam del Sur durante la Guerra de Vietnam (1955-1975) y a personas perseguidas por el régimen en la actualidad.

"Es verdad que ayudé a soldados heridos del sur y desde 1975 he seguido ayudando a personas perseguidas por el Gobierno. Alguna vez les dejo organizar aquí sus reuniones. Si no les ayudo yo, no les ayuda nadie", afirma.

Además, el monje apunta que su pertenencia a una rama del budismo no refrendada por el Gobierno multiplica sus dificultades.

"Llevo más de 30 años protestando por el trato que recibe mi religión. El Gobierno quiere controlar todo lo que hacemos", señala.

Si finalmente pierde la batalla, está preparado incluso para el exilio.

"En el pasado -relata- muchas organizaciones internacionales me ofrecieron ayuda para irme a otros países por mis problemas con el Gobierno, pero siempre elegí quedarme porque debía ocuparme de mi pagoda. Si me la quitan, ya no tendré ningún motivo, aunque sé que si me voy nunca podré volver a Vietnam".