Los afectados por el síndrome de piernas inquietas (SPI) podrían ver incrementado el riesgo de problemas cardio-cerebrovasculares entre dos y tres veces, según señaló ayer el director del Instituto del Sueño, el doctor Diego García-Borreguero.

La enfermedad de Willis-Ekbom, conocida comúnmente como síndrome de piernas inquietas, es un trastorno neurológico que provoca sensaciones molestas en las extremidades y afecta a alrededor del 10% de los españoles, y de ese porcentaje, solo está diagnosticado un 5%.

Este padecimiento provoca efectos físicos como la privación crónica del sueño, que acaba por generar cansancio físico, aumento del riesgo cardiovascular y cerebrovascular, cambios de humor, disminución del rendimiento, depresión o ansiedad. Además, se estima que más de 10.000 españoles necesitan tratamiento farmacológico.

"El paciente tiene una sensación de inquietud y una necesidad de movimiento. No es ni dolor, ni son pinchazos, ni sensación de calor; simplemente necesita del movimiento de las piernas", explicó García-Borreguero.

En un encuentro sobre el SPI, el director del Instituto del Sueño señaló que uno de los principales problemas acaecidos por esta afección, que aparece normalmente cuando el paciente "entra en reposo", es la falta de sueño.

"El 50% de los pacientes severos duerme menos de cinco horas noche tras noche", lo que la convierte en una de las enfermedades que más privación de sueño produce, alertó el especialista.

En cuanto a los principales factores de riesgo, García-Borreguero señaló el ser mujer, estar embarazada, tener el hierro bajo, problemas en la función renal y ser de "raza blanca", ya que en Europa y EEUU es donde más prevalece el SPI. El director del Instituto del Sueño aseguró que se trata de una enfermedad "muy frecuente", de la que "no se habla habitualmente", y que presenta el "inconveniente" de que la mayoría de médicos tienen un "concepto erróneo" y "excesivamente conservador" de la misma.

También explicó que este síndrome es crónico y genético "en un altísimo porcentaje", ya que de cada diez enfermos, entre seis y siete tienen un familiar de primer grado afectado en cierta medida.

El tratamiento actual mediante fármacos dopaminérgicos presenta "resultados espectaculares" a corto plazo, pero "van perdiendo eficacia" con el paso de las semanas. De hecho, el 75% de los pacientes tratados vuelven a padecer los síntomas años después. El experto apostó por buscar nuevos fármacos o "tratamientos causales", como la administración de hierro intravenoso, que en las pruebas realizadas hasta ahora logra una "desaparición completa de los síntomas" en el 30% de los pacientes y una "desaparición parcial" en otro 60% de enfermos.