Una bula dictada por el papa Urbano V en 1369 constataba que los antiguos habitantes de Canarias practicaban la adoración del Sol y la Luna, lo que ratificaron a mitad del siglo XV el navegante veneciano Alvise da Ca'' da Mosto y el portugués Diogo Gomes de Cintra.

José Juan Jiménez, conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, explica en una entrevista a EFE que también el ingeniero italiano Leonardo Torriani manifestó a fines del XVI que los indígenas contaban el tiempo de La Luna con nombres diferentes y al mes de agosto lo llamaban Begnesmet, que era cuando recogían sus cosechas.

En Canarias, los textos etnohistóricos documentan desde el siglo XIV "la imbricación" de la astronomía en la cultura de los primeros habitantes de las islas antes y después de producirse el contacto con los navegantes y colonizadores europeos, detalla el investigador.

De ahí que sea ahora más evidente que las sociedades canarias nativas desplegaron su cosmogonía en diferentes pautas y actividades socioculturales que plasmaron su rastro en la arqueología del Archipiélago, como la observación astral, el cómputo del tiempo, los mitos y deidades celestes, los cultos religiosos y la ideografía de los rituales premonitorios. En Canarias los indígenas relacionaban la salida y el ocaso del sol, la luna, y algunos planetas y estrellas, con elementos del paisaje de las islas y su perfil orográfico sobre el océano, indica el arqueólogo.

Por ello orientaron y alinearon astronómicamente algunos yacimientos arqueológicos con la finalidad de establecer sus calendarios, organizar las actividades productoras de alimentos, sus prácticas sociales y creencias, señala José Juan Jiménez, quien constata cómo las sociedades nativas del Archipiélago contaban con una especie de "ventana estelar abierta al firmamento" que les permitía la observación de elementos astrales para implicarlos con hitos orográficos.

En esos lugares edificaban santuarios y puntos de observación, adoración, templos e, incluso, necrópolis "relacionándolos con los astros, el territorio, la topografía y el paisaje, destacando montañas, degolladas, acantilados, volcanes, sierras, roques, pitones e, incluso, algunas de las islas vecinas".

La salida y la puesta del sol y de la luna se establecían en enclaves arqueotopográficos observados reiteradamente, para luego transmitir este conocimiento por medio de su tradición oral a lo largo del tiempo.

las claves

El investigador Juan José Jiménez aclara que los aborígenes orientaron astronómicamente algunos yacimientos arqueológicos.

Jiménez, que es conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, explica que en esos lugares edificaban santurarios y puntos de observación, adoración, templos e, incluso, necrópolis.