La vida en libertad implica la exposición a riesgos para cualquier especie animal, también para el lince ibérico, que poco a poco va incrementando su presencia en la Península Ibérica no sin sufrir bajas definitivas como consecuencia de atropellos, furtivismo o simplemente enfermedades.

En lo que va de año han muerto 39 linces, una cifra que supera ya la de todo 2016, si bien, según ha explicó Miguel Ángel Simón, director del proyecto Life+Iberlince, esto "no pone en riesgo su recuperación en la Península Ibérica".

"La recuperación sigue con paso firme y se espera que este año la población continúe subiendo hasta superar los quinientos ejemplares frente a los 483 con los que se cerró 2016", señaló tras precisar que las pérdidas registradas en 2017 suponen un 8% de la población total.

Simón reconoció que la cifra de muertes es "elevada" y remarcó que el atropello sigue siendo la principal causa, pues 21 animales han perdido la vida este año en carreteras y uno en una vía de tren, frente a los 15 que murieron atropellados el año pasado.

El director de Iberlince consideró que el asunto de los atropellos hay que verlo "en el contexto de tiempo", ya que "los linces se mueven por densidad de conejo, su principal alimento, y si estos se encuentran en zonas próximas a carreteras el riesgo de que se produzcan atropellos va a ser mayor".

A esta causa de muerte le sigue el furtivismo, con cinco pérdidas por la acción de cazadores que actúan al margen de la ley.

"Lo ideal sería eliminar las muertes por causas no naturales, pero es complejo", señaló Simón, quien resaltó que en el caso de las infraestructuras es "cuestión de inversión".