Clara Pardo lleva vinculada desde 2002 a Manos Unidas. Cuando se refiere a los países más desfavorecidos alude a ellos como "la gente del sur", como quien habla de sus vecinos de toda la vida. Desembarcó en esta ONG llegada desde "el otro lado". Como dice con humor, "en su otra vida trabajó en el sector financiero, en bolsa o el banca", hasta que interrumpió esa trayectoria. Casada y madre de dos hijos, decidió sumarse a Manos Unidas animada por unos amigos. Comenzó para trabajar en proyectos; los primeros, en África. Sus primeros pasos solidarios fueron entre Sierra Leona y Nigeria, dos o tres años, hasta que la nombraron coordinadora de Asia.

En 2016 asume la Presidencia Nacional de Manos Unidas, después de seis años en la comisión permanente, un órgano directivo, como si fuera el consejo de administración de la ONG. "Manos Unidas se rige por las asambleas que se reúnen dos veces al año y en las que participan las 71 delegaciones", explica. "Parece impresionante que esto se hubiera montado hace sesenta años por un grupo de mujeres".

¿Cuál es la parte más atractiva de Manos Unidas: los proyectos o la administración?

He estado trece años en proyectos, y me parecía lo más atractivo. Ahora estoy más dedicada al otro trabajo y lo valoro muchísimo; son las dos patas fundamentales de Manos Unidas: los proyectos no pueden vivir sin delegaciones, ni viceversa. El trabajo de las 71 delegaciones para sensibilizar en España de la situación de la gente del sur, que está peor que nosotros, y recaudar dinero es admirable. Son imaginativos: hacen operaciones bocata, carreras solidarias, teatro...

¿Todos sus proyectos son internacionales?

Manos Unidas se centra a nivel internacional, salvo campañas de sensibilización. A nivel local está Caritas, somos ONG de la Iglesia.

¿La crisis económica le ha pasado factura a los proyectos?

La recaudación ha bajado. Tuvimos unos años de picos, en 2008, y también hay otros con más fondos públicos. La recaudación pública llegó al 20%, aunque luego bajó un poco, como las donaciones de privados, que son más importantes y más estables.

¿Repercutió?

Repercute en que haya menos dinero para los proyectos, pero en Manos Unidas somos tremendamente conservadores. En las vacas gordas no nos gastamos todo y, como cualquier fundación o ONG, tenemos cuatro años para gastar los fondos recaudados. En la mejor época hicimos una pequeña hucha de la que ya hemos retirado algo para no bajar la inversión en los proyectos.

Según sus memorias, hay menos socios pero más voluntarios.

El mundo no necesita más comida, sino más gente comprometida, como decía nuestro lema el año pasado. Tenemos la oportunidad de comprometernos con el voluntariado. Tenemos más de cinco mil; es una de nuestras grandes fortalezas, lo que nos permite ser una de las ONG que menos se gasta en aquello que no son nuestros fines propios. Más del 90% del dinero recaudado va a los proyectos o la sensibilización.

¿Cuál es el perfil de los nuevos voluntarios?

Hay personas muy válidas que a los 58 o 59 años tienen una carrera profesional muy importante por delante pero han tenido un ERE y vienen a Manos Unidas a ayudar. Es un valor añadido, personas con experiencia profesional que pueden aportar muchísimo.

¿Por qué hacerse voluntario de Manos Unidas?

Por intentar llegar a mucha gente que necesita nuestra ayuda y compromiso. Lo que tú das, lo recibes con creces. También se ve que allí donde llevas la ayuda cambia la vida.

Aquí manda la tecnología. ¿Los países del sur siguen teniendo las mismas necesidades?

Desgraciadamente las necesidades, muchas, siguen siendo las mismas: siguen necesitando un pozo, una escuela porque estudian debajo de un árbol, por hambruna o porque las mujeres siguen sin ser valoradas. Sí se ve que cuando haces una ayuda mejora la situación, como ocurre con proyectos de animación con mujeres en Asia. Al principio ni salen de casa, ni tienen voz ni voto; les enseñas un pequeño oficio o le das un microcrédito y obtienen un pequeño negocio. Vuelves tres años después y son otras; llegas convencida de que lo que haces es maravilloso.

¿La pobreza sigue instalada en las mismas zonas o varía?

Hace un mes y medio la FAO informó de que 815 millones de personas pasan hambre, y por primera vez en muchos años ha crecido la cifra. ¿Por qué? Por las guerras y el cambio climático.

¿De qué se siente más satisfecha a título personal?

Cada proyecto cambia la vida a mucha gente. Quizás proyectos de niños o mujeres son los que más te llenan; o cuando los discapacitados aprender un oficio.

Acometen 600 proyectos al año en 60 países, e invierten 47 millones. ¿El truco está en gastar poco para obtener mucho?

Son las personas necesitadas las que plantean los proyectos. Somos tremendamente serios, aunque seamos una ONG de voluntarios. Nos temen. Cuando me veían que me ponía las gafas y sacaba la calculadora se echaban a temblar porque revisábamos las cuentas. Pedimos la misma austeridad que aplicamos con los proyectos. Igual los padres de los niños de una escuela no pueden poner dinero, pero sí aportar mano de obra.

¿Se colabora desde Tenerife?

Tenerife es una delegación que funciona fenomenal y trabaja mucho; en la actualidad financia 14 proyectos, cuenta con muchos jóvenes y están involucradas todas las parroquias. Eso llega y son capaces de transmitir.

¿Hay que ser católico para ser partícipe de Manos Unidas?

Somos la ONG de la Iglesia para el Desarrollo; hemos nacido así y estamos muy orgullos. Por supuesto puede colaborar gente que no sea católica, pero para ser miembro, tienes que estar y vivir en comunión a la Iglesia. Nuestros socios locales, la mayoría, son religiosos.

¿Con el Papa Francisco han venido más socios?

No hemos hecho esa correlación (se ríe). Con el Papa Francisco se llega a mucha gente gracias a su mensaje cercano. Es el Papa de la Misericordia y nosotros no dejamos de hacer obras de misericordia. Nos ha despertado la conciencia hasta con el cambio climático.

¿Cómo se puede ayudar?

Es muy triste pedir dinero, pero sin dinero no puedes ayudar. También se puede ayudar renunciando a ir un día al cine y darlo a un proyecto; o no tirar alimentos: el 30% acaba en la basura mientras 815 millones de personas pasan hambre. Concienciémonos que no podemos tirar comida, y si ahorramos algo, ayudemos a la gente.