Es una suerte que los niños no estén pendientes de los detalles. Ellos, los protagonistas, se centran en divertirse y con eso les sobra. Están ilusionados, quieren ver de cerca y sentir a los Reyes Magos, entregar con mimo las cartas, y no desperdician el tiempo en discutir si la Cabalgata de Santa Cruz de La Palma tiene que seguir en la avenida o volver a la calle Real, que si la carroza de Hiperdino a este ritmo se hará más tradicional que Baltasar o si una empresa privada asume una parte de la cabalgata. "¡Qué más da?", deben pensar.

Siete carrozas (contadas), 300 personas (no contadas) participando en el desfile, menos gente encima de las carrozas (seguro) y muchos ciudadanos (como siempre) en las aceras para ver no solo a Melchor, Gaspar y Baltasar sino también a personajes infantiles. Debe ser la única oportunidad para comprobar juntos, mezclados en la misma plataforma, el zapato de Cenicienta y la Bella y la Bestia.

En esta edición se recuperó con acierto la escenificación del encuentro de los Reyes Magos con el rey Herodes en su palacio, a su paso por el Castillo de Santa Catalina, antes de que la comitiva se fuera a la Cueva de Carías. Todas las carrozas aguantaron hasta el final, aunque quedó al descubierto la necesidad de renovar las plataforma... y si queda dinero, la decoración de Navidad.