La relación entre quién nombra y quién ostenta el poder no es casual. Mercedes Bengoechea lo sabe y ha dedicado su vida a luchar por la igualdad lingüística. La semana pasada, esta catedrática de Filología Inglesa estuvo en la Universidad de La Laguna dando un curso sobre cómo introducir la perspectiva de género en la docencia universitaria e impartiendo una conferencia con motivo del Día Internacional de la Mujer. Ambas actividades fueron organizadas por el Vicerrectorado de Docencia y forman parte del Plan de Formación del profesorado.

¿Las universidades españolas tienen incorporada la perspectiva de género en la docencia?

No. Hay muchísima resistencia. Los universitarios nos creemos que no tenemos fallos porque no somos machistas. El problema es que no se trata de machismo, sino de sesgos inconscientes que todos llevamos dentro. Me refiero a cosas sutiles, que se nos escapan. Por ejemplo, las chicas estamos acostumbradas a que no se nos mencione en la historia de cualquier disciplina, aunque haya mujeres que han hecho aportaciones importantísimas.

¿Por qué es importante incorporar esta perspectiva?

Porque la docencia, en general, es androcéntrica: sitúa al hombre como centro y medida de todo el conocimiento. En el curso que he venido a dar a la Universidad de La Laguna hemos analizado cómo podemos aplicar la perspectiva de género a los contenidos o a la forma de evaluación y cambiarlo.

¿Hay que evaluar distinto en función del género?

La evaluación es importante y es algo que hemos tratado en el curso, porque tendemos a educar a los chicos en la competitividad y suelen ser mejores cuando hablan en publico. Las chicas pueden arrugarse ante ciertas pruebas. Hay que ir viendo cómo hacer un sistema más justo que no favorezca a ninguno de los dos sexos. Sabemos que hay evaluaciones en las que las chicas son mejores y evaluaciones en las que los chicos son mejores. Se trata de compensar unas formas con otras. También hemos analizado cómo se suelen hacer las cartas de recomendación, porque se ha demostrado que tendemos a escribir que un alumno es brillante y una alumna es trabajadora. Así, seguramente las empresas van a valorar más al brillante. Y también hemos tratado la elección de la bibliografía: cómo se nos olvidan las autoras -cuando sí que las hay- porque tenemos una educación androcéntrica que nos hace valorar más las obras masculinas que las femeninas.

Un estudio reciente de "Science" demostró que a los 6 años las niñas ya sienten que tienen menos capacidades que sus compañeros.

Se ha estudiado muchísimo por qué hay tan pocas chicas en ingenieras, tecnología y matemáticas. Se ha visto que el profesorado de Primaria y Secundaria piensa que las chicas son peores y las propias chicas lo asumen desde tan jóvenes. En los países con mayor igualdad, los nórdicos, las chicas no sienten que son peores. Va unido, de algún modo, a la desigualdad.

Además de reduciendo la desigualdad, ¿cómo podemos atraer mujeres a determinadas áreas científicas?

Es muy importante humanizar las asignaturas. Es decir, explicar la aplicación que tienen determinadas materias a nuestra vida diaria, porque eso motiva a las chicas. Luego, hay que darles modelos, para que entiendan que no son las primeras arquitectas ni las primeras ingenieras. En el fondo, no se trata solo de una cuestión de sesgos de género, sino de romper la idea de que solo hay una posibilidad, cuando la vida es muy diversa.

El 8 de marzo fue una jornada histórica en la reivindicación de las mujeres. ¿El lenguaje y la realidad van de la mano?

Se potencian mutuamente. Hay alguna gente que piensa que ya cambiará el lenguaje cuando cambie la sociedad, pero es que también el lenguaje nos ayuda a ver las cosas de forma diferente a como nos han enseñado. Un ministro, al que no voy a nombrar, dijo hace tiempo: "Todos tenemos que colaborar con el cambio climático". Al decir "todos" estaba viendo solo hombres. Así que añadió: "Tenemos que quitarnos la corbata". Ya no es solo la mentalidad androcéntrica, es que el propio lenguaje no le permite ver a las mujeres. Si hubiera dicho "si los hombres y las mujeres luchamos contra el cambio climático hay que quitarse la corbata" habría añadido algo más. El lenguaje nos ayuda a ver la realidad de manera distinta, y entonces cambiamos la realidad, que a su vez cambia el lenguaje. Todo va de la mano.

Estos días hemos tenido un arduo debate con el uso de la palabra portavoza. Gramaticalmente es incorrecto, pero ¿por qué el lenguaje genera un nivel tan elevado de conflictividad?

Porque el lenguaje es la vida, porque no hay nada en el ser humano que no pase por él. Cuando discutimos de lenguaje en realidad solemos estar discutiendo de otras cosas. Montero se puede equivocar igual que nos equivocamos todas, pero desde que se entiende que ese portavoza se interpreta desde el prisma político, se usa para descalificar a alguien. Me llama la atención que digan que esto va en contra de la lucha de las mujeres. ¿Por qué un lapsus lingüístico va en contra de la lucha de las mujeres? Es como cuando te dicen que hay que centrarse en lo importante; si el lenguaje no es importante no estaríamos dedicándole tanto tiempo y espacio. El lenguaje, al minusvalorarnos, está dando permiso -digamos- a que mentalmente consideremos a las mujeres inferiores. Si el lenguaje reconociera toda la potencialidad, toda la participación femenina, no las minusvalorara, no las minimizara, no las subordinara, pues no tendríamos el hecho simbólico que permite materializarlo luego. Es mucho mas fácil denigrar y tratar peor y dar peor salario a quien el lenguaje ya discrimina, minusvalora, etcétera.