Albert Heringa, el anciano que "practicó la eutanasia" a su madre en casa y sin autorización ni supervisión médica, asegura que no se "arrepiente de lo que pasó" hace ya una década y critica el proceso judicial que se sigue contra él en Holanda, tras varias apelaciones y sentencias.

"No me siento culpable. No me arrepiento de lo que pasó. Si la Justicia decide ahora que soy culpable, pues vale, para mí no es muy relevante. Creo que sería importante para la sociedad, no para mí", explica Heringa, de 75 años y defensor de la muerte digna.

En una entrevista en su residencia en la ciudad de Bennekom, a unos 80 kilómetros al norte de Ámsterdam, Heringa relata aquellos "duros meses" de 2008 en los que convivió con el "deseo a morir que tenía" su madre, María, una anciana de 99 años a la que él mismo ayudó a mezclar unas pastillas mortales con un yogurt.

El tiene claro que ella "había decidido que ya era suficiente", una voluntad que la anciana comunicó a su nieta cuando fue a contarle que estaba embarazada de su segundo hijo: "Me parece una buena noticia pero espero no estar allí para cuando nazca", afirmó, según relata su hijo.

Primero intentaron seguir la vía oficial. Acudieron a su médico, que no consideró que la situación de salud de su madre -que había perdido la visión y sufría de fuertes dolores de espalda- fuera suficiente para autorizar la eutanasia.

Pidieron una segunda y una tercera opinión pero las razones alegadas, subraya, "no eran aceptadas por ningún médico".

La eutanasia en Holanda solo está justificada si existe un sufrimiento insoportable y no hay esperanzas de recuperación, pero eso solo lo puede decidir un médico, según la legislación holandesa sobre el suicidio asistido de 2002.

"Mi madre estaba muy decepcionada. La única solución que le quedaba era dejar de comer y beber", rememora.

Cerca de un mes después de agotar todas las vías que ofrece la ley, Heringa descubrió que su madre "había acumulado sus propias pastillas para suicidarse", lo que supuso "un gran shock" para él.

Fue en ese momento cuando decidió investigar otros métodos "para ofrecerle una alternativa: píldoras contra la malaria que había guardado de sus viajes, en combinación con un remedio "que usan algunas tribus de África" y pastillas para dormir.

"Cuando (la madre) vio que la estaba ayudando, se sintió muy aliviada. Entonces me puse a preparar todos los documentos necesarios, como el testamento, y me aseguré de que estuviera en total uso de sus facultades y de que era capaz de decidir por sí misma", recuerda.

Se tomó las pastillas que él le consiguió, entró "en un estado de sueño o coma" y después de unas horas un médico certificó que "la muerte fue por causas naturales": "Nadie se dio cuenta de que ella misma lo hizo", añade.

Sin embargo, Heringa había grabado partes del proceso en imágenes para cubrirse las espaldas porque la persecución judicial era un "riesgo posible", dice en sus propias palabras, y cuando hizo públicas esas imágenes como parte de un documental, las organizaciones contra la eutanasia y la Fiscalía decidieron llevarle ante los tribunales.

Más de diez años después de la muerte de su madre y ocho años tras la emisión del documental, Heringa ha logrado dividir a la Justicia holandesa, que después de varias sentencias y apelaciones, ha trasladado el caso al Tribunal Supremo, que tendrá la última palabra en las próximas semanas.

En 2003 fue la primera vez que la Justicia le declaró culpable, aunque sin castigo, después llegaron varias apelaciones, tanto del Fiscal del Estado como de Heringa: en 2015 una absolución y en 2017 el Tribunal Supremo devolvió el caso a Den Bosch.

El pasado enero, el tribunal de Den Bosch le consideró culpable y fue sentenciado a seis meses de prisión condicional - tres más de lo que pedía el fiscal- por actuar de forma independiente ayudando a su madre con el "suicidio asistido".

La asociación holandesa para un fin voluntario de la vida (NVVE) se declaró "enormemente decepcionada y desconcertada" con la última sentencia porque cree que el anciano "no tenía más remedio" que hacer lo que hizo.

"Estoy sorprendido con el último veredicto. Hay muchas cosas que no son ciertas y otras que no han tenido en cuenta la realidad. Hay mucha distancia entre lo que realmente ha ocurrido y lo que viene en los documentos del caso", lamenta el afectado, que hace ocho años encontró un médico que le prometió ayudarle llegado su momento.

Heringa aún "conserva" las mismas pastillas que usó su madre porque, su actitud "personal hacia el fin de la vida" es seguir sus pasos, hacerlo él mismo, rodeado de los suyos, señala.