Un equipo arqueológico multidisciplinar quiere recuperar, con la ayuda de las nuevas tecnologías, "la dignidad" de la cueva de Villaverde (Fuerteventura), un tubo volcánico con abundantes vestigios del pasado descubierto en 1979 que arrojó importantes hipótesis sobre la prehistoria de la isla, pero que luego cayó en el olvido.

La historia reciente de ese tubo volcánico comenzó durante unas obras de conducción de agua: aquellos trabajos produjeron una oquedad en el terreno que terminó desplomándose y dejando a la vista el techo de una cueva donde los vecinos de Villaverde descubrieron su pasado en forma de muros, asientos de piedra, restos de cerámica e, incluso, un cuerpo humano semienterrado.

El descubrimiento de la cueva de Villaverde ocupó un interés por parte de la prensa y de la comunidad científica que se mantuvo expectante en cada una de las campañas de excavación que se prolongaron desde 1979 hasta 1987.

El tubo, reserva 16 de sus 190 metros a yacimiento arqueológico con varias estructuras, algunas con piedras en forma de asientos, que se interpretan como lugar de reunión, y un gran muro de piedra que separa la parte donde vivieron los mahos, los antiguos pobladores de la isla, del resto de la cueva a la que se accede por una puerta.

Las arqueólogas de la Autónoma de Madrid Francisca Hernández y Dolores Sánchez fueron sacando bajo tierra restos de cerámica, malacofauna, muelas de molino, fuegos de hogares, huesos de ovejas, restos óseos de foca monje, que respaldaban las crónicas que hablaban de estos lobos marinos en el Archipiélago, y de cabra, que sirvieron para reconstruir cómo era la cabra majorera antes de la llegada de los europeos.

La directora de Arenisca, la empresa de arqueología encargada ahora del proyecto de volver hacer visible la cueva, Rosa López, destaca en una entrevista con Efe la riqueza patrimonial del lugar: "Estamos ante una cápsula del tiempo. La cueva se tapó y cuando se descubrió, estaba sin alteraciones, tal y como había quedado tras abandonarse en época aborigen".

De los trabajos realizados en la década de los ochenta, López subraya dos importantes hitos: el primero, las dataciones de carbones que permitieron fechar el uso de la cueva entre los siglos III y IX, "lo que hace que sea el yacimiento excavado más antiguo de Fuerteventura, exceptuando el del islote de Lobos", aunque ahora habrá que corroborar las fechas con técnicas más novedosas. Y el segundo, el uso de la cueva como enterramiento tras haber quedado deshabitada, gracias al hallazgo de dos individuos, un niño de diez años y un hombre de cuarenta.

También, se analizaron 700 carbones, que sirvieron para imaginar cómo era el paisaje de La Oliva en torno al siglo III, con abundante laurisilva, hasta fechas más tardías, en el ochocientos, con presencia, sobre todo, de matorrales.

Ahora los arqueólogos de Arenisca, la geóloga Sonia Ruiz, la conservadora Sonia Argano, el edafólogo Juan Miguel Torres, los topógrafos Marcos Pérez y Natalia de León, Estudio Rofera (marketing cultural) y la productora Pastorcillo Films, con la financiación de la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno canario y la colaboración de Cabildo y Ayuntamiento de La Oliva, intentan dar visibilidad a la cueva, declarada en 1983 Bien de Interés Cultural.

Lo primero que harán es evitar que el lugar siga deteriorándose por culpa de filtraciones de aguas fecales que atraen a cucarachas y ratas. También realizarán una topografía en 3D.