Baltasar no le tiene cogido el "jeito" a su camello o el animal está enfadado con él. Algo pasa. En 2017 tuvo que ser retirado durante la cabalgata y en 2018 no quiso ni salir. Siempre el mismo, siempre el de Baltasar. Ayer había dos camellos por rey para asegurar que Sus Majestades no tuviesen que renunciar a su medio de transporte natural aunque se produjese algún contratiempo, pero el cuadrúpedo se "afuchó" en mitad de desfile, dijo que él no seguía... y su real pasajero terminó en un coche engalanado.

Hasta ese momento todo había ido bien: una noche no demasiado fría, triples y cuádruples filas (100.000 personas, según los cálculos de la Policía Local), y una cabalgata que fue avanzando con su magia e ilusión habitual y, sobre todo, sin los temidos cortes entre la comitiva, que llevaron a críticas en la edición anterior.

La jornada arrancó desde por la mañana. Los Magos de Oriente cambiaron en esta ocasión el tranvía por unos coches antiguos para entrar en el casco y, tras ser recibidos en olor de multitud en la plaza del Adelantado, atendieron personalmente a los más pequeños en el salón de plenos del ayuntamiento. Después estuvieron en el Real Santuario del Santísimo Cristo de La Laguna, y a las 18:10 horas unas salvas tronaron en el cielo de Aguere. Empezaba la cabalgata.

Delante, un trenecito, bolas gigantes, muñecos diversos y una especie de medusas voladoras. Detrás, una carroza -una de las novedades de este año, después de que fueran suprimidas tiempo atrás- también con una temática aparentemente marina, mientras que las otras dos estaban protagonizadas por un oso polar y unos soldaditos. Los Minions, los Pitufos, Popeye y Olivia... Y tras los pajes... los Reyes Magos y sus caramelos de goma, momento de ilusión infantil y también para aquellos que, sin ser niños, se ilusionan como si lo fuesen.

Candelaria vivió un día mágico; fue como el 15 de agosto, pero con los niños como protagonistas. Desde por la mañana, la pista de patinaje permitió deslizar en la plaza de la Basílica las primeras ilusiones, para seguir ya desde las cinco de la tarde con un parque temático de la ilusión. Era solo la antesala de lo que estaba por venir. La Villa Mariana sorprendió el año pasado con una acogida señorial y cuidada a la medida de los Magos de Oriente y esta edición no solo no defraudó sino que se creció.

Fueron dos horas y media intensas de juegos con una treintena de muñecos de la factoría Disney, donde el más reclamado fue un dinosaurio; los hinchables, la zona pirata... Con los nervios a flor de piel, ante la llegada de los Reyes, una voz en off anunció la presencia de sus Majestades en el pórtico del ayuntamiento; enfrente había un pequeestablo. Primero llegó Melchor, luego Gaspar y por último, Baltasar. Luego la alcaldesa dijo que los niños fueron buenos porque han hecho las tareas, no se han portado mal y son solidarios. Gaspar, por su parte, dijo que este año se han pedido pocos monopolis y advirtió que los padres juegan mucho con el móvil... Tal vez un guiño para quién podría ser el carbón. Y de ahí, a la Cabalgata a la plaza de la Basílica para dar las buenas noches a cada niño, cumplir sus sueños y despedirse hasta 2020.