Las secuelas psicológicas son las que más perduran entre los funcionarios que han sido víctimas de agresiones por parte de los reclusos. Algunos requieren de la ayuda de un psiquiatra para intentar volver a llevar una vida normal. Otros pueden estar meses de baja.

Dos empleados de Tenerife II sufrieron uno de estos episodios a finales de noviembre del año pasado. Uno de ellos, David (nombre ficticio), controlaba la cola para acceder al comedor en el Módulo 5, donde están presos reincidentes o inadaptados en el resto de recintos, así como en los proyectos de respeto o unidades terapéuticas y educativas. Un hombre de origen marroquí se acercó a David y lo acusó de haberlo agredido en la celda. Pero el trabajador reitera, una y otra vez, que él no pasó por allí. El interno habló de forma violenta e, incluso, trató de darle varios cabezazos al empleado público.

Ante su actitud, trató de llevarlo a una zona de seguridad, conocida en el argot carcelario como "El Rastrillo", una especie de zona de seguridad con dos puertas en el acceso al módulo. David cuenta que el preso le dio allí dos bofetadas fuertes, por lo que otros presos y varios funcionarios trataron de parar al joven magrebí. Sobre su agresor, dice que "tenía la mirada como si estuviera en otra galaxia y, afortunadamente, no tenía un pincho, porque nos hubiera llevado por delante". Cuando lo redujeron, otro de los funcionarios, que prefiere no dar nombre alguno, dejó su pierna cerca de la cabeza del individuo. Este le propinó un mordisco con todas sus fuerzas durante unos tres minutos, aproximadamente, que le produjo un serio desgarro en el gemelo de una pierna. En ese tiempo, el trabajador no dejaba de gritar, mientras que el preso siguió apretando los dientes con todas sus fuerzas.

Después de esa tensa situación, el interno fue trasladado al departamento de aislamiento. Y, poco después, el autor del altercado repetía que "no se acordaba de nada". Un hermano de ese preso, que también estaba en Tenerife II, dijo al personal que su familiar llegó a estar en un centro psiquiátrico en Marruecos; algo que no se pudo contrastar.

David señala que, "con una mordida así, te pueden contagiar muchas enfermedades", aunque en este caso no fue así. No obstante, el interno se negó entonces a hacerse los análisis para saber si tenía alguna patología, por lo que hubo que recurrir a una orden judicial para poder efectuar la analítica. Actualmente, el citado recluso se encuentra en libertad, a la espera de juicio.

David sufrió golpes en la espalda, en la mano derecha y en el hombro. Matiza que las lesiones físicas se curan; "lo peor son las consecuencias psicológicas, que no aparecen en ese instante, sino algunos días después".

En su caso, reconoce que ha tenido ansiedad o problemas graves para conciliar el sueño. Su entorno le aconsejó que acudiera a un profesional y ahora mismo recibe la ayuda de un psiquiatra. "Al principio no le das importancia, porque crees que se irá pasando, pero no es así", aclara David. Es la primera vez que tiene que recurrir a este tipo de ayuda. Ahora, trabaja en los diferentes módulos de Tenerife II, pero muchos días le asignan el número 5. Apunta que, "si te quedas en casa, va a costar más salir de esa situación" y resalta el apoyo recibido de sus compañeros.

Manifiesta que la formación para intervenir en estos altercados es muy limitada y se reduce a cinco días al año, "que no da para nada". Considera oportuno que los funcionarios de prisiones puedan acceder a una preparación continua, como los bomberos, por ejemplo, en aspectos como la entrada en celdas o la inmovilización de personas agresivas. Y apunta que el objetivo "es sufrir menos lesiones nosotros, pero también generar menos daño a los reclusos" cuando haya un altercado.

También resalta la importancia de poder disponer de pistolas eléctricas (Táser), para poder reducir a un interno con el menor riesgo posible.

Explica que hace algunos años cambió el perfil de los presos, ya que, cada vez más, entran personas muy preparadas en artes marciales y, paralelamente, con más problemas de salud mental o adicción a sustancias estupefacientes. "Se trata de gente muy inestable, a la que no ves venir", añade.

El funcionario que recibió la mordedura continúa, a día de hoy, de baja laboral. Su herida tardó unos dos meses en curarse, pero, al igual que David, afirma que "luego te quedan las secuelas psicológicas, que hay que curar también". Señala que "la cárcel es un medio peligroso, donde hay que trabajar con el 100 por ciento de las facultades". Opina que "nos tienen que proteger contra las agresiones y eso el Ministerio del Interior no lo está haciendo".

Dice que "uno o dos funcionarios salimos con un bolígrafo y un walkie-talkie a un patio donde hay 160 internos".

Recuerda que "estuvimos de huelga un mes y el Gobierno ni se ha pronunciado". Advierte de que "nuestra estabilidad laboral y bienestar redunda en la atención a los presos". En toda España faltan 3.400 funcionarios de prisiones. Desde la Administración se anuncia la convocatoria de 900 plazas, pero este empleado público explica que "no dicen que cada año se jubilan 500" de estos empleados públicos.