ANÁLISIS

El mecenas comerciante de la Danza de los Enanos, Benigno Ramos

El mecenas comerciante de la Danza  de los Enanos, Benigno Ramos

El mecenas comerciante de la Danza de los Enanos, Benigno Ramos / ED

Conrado Álvarez Fariña

Como continuidad de mi artículo anterior (publicado el 22 de marzo de 2024), la comprobación de que la barroca danza palmera estuvo en el teatro cubano de Santa Clara, en las postrimerías del verano de 1892, demuestra muchas cosas; pero quizá una de las más importantes es que el espectáculo de tradiciones canarias, llevado por Benigno Ramos como Danza de los Enanos, consistió en una selección de los números de variétes presentados la noche del 2 de mayo de 1892 en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife.

La secuencia de esa esplendorosa noche, que conocemos por la prensa local de la época, se componía de coro de entrada, llegada del mascarón con su séquito de enanos al son de la polka de Francisco Martín Rodríguez, finalizando con una estampa folclórica (vera efigie incluida de una Phoenix canariensis) y el canto de los versos de Juan Padrón interpretado por el coro final. Esta propuesta escenográfica funcionó muy bien en la capital tinerfeña, de manera que Ramos pronto adaptaría el formato para la gira caribeña.

Esta inferencia hace pensar que las doce parejas de enanos de Aurelio Carmona López, confeccionados para la Bajada de Nuestra Señora de la Nieves de 1890, capitaneados por el gigante enano Biscuit de la comparsa de gigantes y cabezudos –todos de Santa Cruz de La Palma–, ataviados de la misma forma que en el Guimerá, viajaron a Cuba con una rondalla de «guitarras y bandurrias» y un grupo de cantantes, interpretando, además, isas, folías y malagueñas, tal cual lo hicieran en Tenerife.

Esta primera salida del terruño del primor palmesano, aunque desnaturalizado, descontextualizado y exento del fervor mariano, inscrito en el catálogo de la historia cultural canaria desde 1680 y oriundo de la capital palmera, con las «enanas» y los «enanos» —aunque siempre bailados por hombres— con su baile entusiasta y los números acondicionados para la presentación tinerfeña, despertó un sentimiento regionalista, de carácter identitario canario, costumbrista, exportable e inédito; pero, sobre todo, rentable para el impulsor y productor.

El avispado llanense Benigno Ramos Hernández (1858-1906) contrajo matrimonio con María Josefa Antonia del Sacramento Machín Pérez (1855-1899) en la parroquia matriz de El Salvador de Santa Cruz de La Palma el 30 de noviembre de 1876. Se fue a Santa Cruz de Tenerife donde se estableció antes de 1885, pues sabemos que adquirió una tienda de ultramarinos por esas fechas. También adquirió el hotel El Telégrafo en 1888, con el que tuvo mucho éxito, creando, por primera vez en Canarias, el «todo incluido» con su oferta Table D’Hôte, una novedad importada de Francia que ofrecía un menú —a precio fijo—con varios primeros platos, principales, postres y vino incluido.

Benigno aprendió rápidamente a aplicar una de las máximas reglas de los potentados comerciantes insulares del siglo XIX: «No pongas todos los huevos en la misma cesta». Por lo que, en poco tiempo, regentaba una discreta confitería de la calle Cruz Verde, número 24 –que también abastecía la cafetería de su céntrico hotel–, desarrollaba actividades de contratista, cambista, comisionista, consignatario, de tránsitos, y de catering. Esto le permitió, no solo ganar un reputado nombre entre sus correligionarios palmeros, sino en toda la sociedad santacrucera de la época, a la par que estrechaba lazos comerciales con Cádiz y otros lugares en el extranjero, muy especialmente con sus paisanos en Cuba. Este afán le llevó a obsequiar dos macetones de mármol para la ciudad, que fueron colocados en la Alameda de la Marina a finales de marzo de 1892.

Fueron años de crecimiento familiar hasta la enfermedad y fallecimiento de su esposa, momento en que le sobrevino una importante quiebra económica. Ya en 1903 y tras algunos viajes a Cádiz y Barcelona, como ave fénix, recomenzó como comerciante con restauración, muebles y carpinterías en la calle San Francisco, 30 y San Juan Bautista, así como con importaciones en la calle Candelaria, 21.

Estamos convencido de que Benigno Ramos, con esa audacia comercial que le caracterizaba, actuó dentro de las Fiestas Fundacionales de Santa Cruz de 1892 con la Danza de los Enanos, no solamente con el fervor como misión, sino con el propósito como visión. Creemos que no cayó en saco roto la redacción del Diario de Tenerife del 16 de mayo de 1892: «Si a cualquier empresario de Teatros se le hubiera ocurrido abrir un abono para explotar la Danza de Enanos organizada para las últimas fiestas por la colonia palmera hubiera hecho su agosto…» y fue lo que hizo, llevándolo como empresario a Cuba, y dos años más tarde a Cádiz.