"Una madre entra en 'shock' la primera vez que su hija la llama zorra"

La educadora social catalana se estrena como novelista con una trama en la que escribe de las adolescencias vulnerables, una problemática que ha abordado en varios ensayos

Sara Desirée Ruiz (Granollers, 1979).

Sara Desirée Ruiz (Granollers, 1979). / Javier Ocaña

Jorge Dávila

La adolescencia más vulnerable es una de las líneas de trabajo que ha empleado Sara Desirée Ruiz (Granollers, 1979) para dar volumen a su primera novela. Y es que en Lo que dejan las madres hay muchos de los contenidos que la educadora social desarrolló en el ensayo El día que mi hija me llamó zorra: claves para educar en la adolescencia.

Susana es una abogada que ha tocado fondo. Su marido la engaña con su mejor amiga y toma la decisión de reconstruir su vida en el Raval; pretende voltearla desde el popular barrio barcelonés. Un día recibe un extraño paquete que contiene el cuaderno de cuero de una exalumna, Jun, a la que perdió la pista cuando la joven residía en un centro de protección de menores. Susana y Laura, su sobrina, se alistan en una búsqueda inundada de descubrimientos y sorpresas... Este es el punto de partida de la primera novela de la catalana Sara Desirée Ruiz, un relato que pone el foco sobre los peligros de experimentar la adolescencia en un entorno hostil.

¿No está mal para ser su estreno como novelista?

Sé que no va a creer, pero he descubierto que me gusta escribir ficción [ríe]... No me he sentido una extraña porque en Lo que dejan las madres (Planeta) están mis conocimientos sobre la educación social y la adolescencia. Creo que voy a seguir un ratito más en este mundo pero sin dejar los ensayos.

"Lo primero que tengo que decir es que las familias deben mantener el tipo y no asustarse cuando aparece la adolescencia..."

Dicen que la realidad casi siempre supera a la ficción.

Siempre. Los años de experiencia que he ido sumando en el campo de la educación social me han permitido escribir de un mundo que conozco bien... Sé cómo son sus ángulos oscuros y quise usar esos conocimientos en mi primera novela. Si en lugar de las adolescencias problemáticas hubiera centrado el argumento en otros temas los tiempos habrían sido mayores: no es lo mismo escribir de algo que tienes trillado que comenzar a tirar de una trama en la que todo está por hacer desde sus cimientos.

¿La novela tiene partes de carne y hueso?

¿De carne y hueso?

No hay que confundir una persona permisiva con una que no pone límites... Antes la violencia en el entorno familiar existía y nadie la ponía en cuestión, hoy las cosas han cambiado"

Sí, que tiene veracidad.

Yo he querido escribir del mundo que mejor conozco, es decir, de las adolescencias vulnerables y el riesgo de exclusión que se percibe sí o sí dentro del sistema tutelado de protección a la infancia. Si se refiere al hecho de que en la novela hay mucha verdad, sí que existen cosas que aparecen todos los días en los informes que elaboran los servicios sociales.

¿Esas verdades duelen?

Las personas que se acerquen a Lo que dejan las madres van a encontrar un fuerte componente de crítica social. ¡Esto no es un cuento de hadas!

En sus ensayos dejó bastante claro que los príncipes azules no existen...

Prefiero escribir de la soledad y el abandono. De cuestiones que envuelven el día a día de los ciudadanos: una madre entra en shock la primera vez que su hija la llama zorra

Sí, imagino que no debe ser una situación demasiado agradable.

Lo primero que tengo que decir es que las familias deben mantener el tipo y no asustarse cuando aparece la adolescencia... Esta etapa no es eterna pero hay que aceptarla y, sobre todo, acompañar a la joven en un camino que no es nada sencillo... Por supuesto que una madre no está preparada para que su hija la llame zorra o amargada de la vida.

¿Tiene alguna recomendación que pueda dar a las familias, eso sí, menos elaborada que las que suele abordar con mayor amplitud en sus ensayos?

¿Una sola? [silencio]... No sé si lo que le voy a contar es lo más importante, pero sí algo a tener en cuenta: cuando en un hogar aparece la adolescencia no hay que echarse las culpas entre las partes ni sentirse mal por algo que no hayas hecho o hiciste mal... Eso suele pasar y es un error de base. Los insultos duelen, pero hay que entender cuál es la causa real que los provoca. Hay un por qué...

Si los padres no acompañan a los docentes en el camino de educar a sus hijos la cosa se complica mucho...

¿Toca tener paciencia?

Toca acompañar al joven que pasa por una etapa nueva en su vida. En plena adolescencia se escuchan cosas que hasta entonces no existían en su entorno cercano.

¿La adolescencia de hoy es más complicada?

Es distinta a la que tuvieron nuestros abuelos y nuestros padres. Antes había más desconocimiento y poca investigación. Ahora, en cambio, sabemos cómo funciona el cerebro de los jóvenes.

Que tu hija te mire con cara de asco no significa que no te necesite... Hay edades en las que no te mire o hable un hijo no se puede entender como un sinónimo de que no te quiere, simplemente, está metido en su mundo y todos sabemos lo que eso significa"

¿Se ha perdido el principio de autoridad?

Yo no soy una defensora de la idea: «Soy tu padre y haces lo que te digo». Ese sistema era bastante autoritario y a partir de la obediencia y el miedo se iban construyendo unos espacios seguros.

¿Los padres de hoy son más permisivos?

No hay que confundir una persona permisiva con una que no pone límites. Esas líneas tienen que existir y los jóvenes deben aprender para qué se han creado y, sin duda, ser consecuentes con sus actos... Antes la violencia en el entorno familiar existía y nadie la ponía en cuestión, hoy las cosas han cambiado.

Estos cambios también se notan en las aulas, ¿no?

Si los padres no acompañan a los docentes en el camino de educar a sus hijos la cosa se complica mucho... Lo que no es posible es usar hoy un modelo que estaba en vigor en el sigloXIV porque estamos en el sigloXXI. Si todos no avanzamos en la misma dirección la batalla está más que perdida. Es evidente que no podemos pasar de un extremo a otro, pero tampoco es lo más adecuado ir al colegio a echarle la bronca al docente cuando éste te manda una nota a casa.

¿Lo que está tratando de explicar es que después de la tempestad siempre aparece la calma?

Sí más o menos [sonríe]. Con otras palabras, pero es la idea... Que tu hija te mire con cara de asco no significa que no te necesite. Sé que es difícil, pero hay que mantener la cabeza serena y aguantar.

¿Aguantar aunque tengas la sensación de que estás siendo derrotada/o?

Aguantar y, como ya conté antes, acompañar en el camino de construir una identidad propia. Algo que hace a cada persona diferente de las demás. La adolescencia, por fortuna, no es algo eterno.

“Quise salir del sistema porque, aunque haya educadores increíbles, un centro no es una casa y los profesionales no son tu familia. Por mejores que sean, por muy bonita que sea la casa, nunca será tu casa. Los profesionales se irán a la suya cuando acaben su turno y tú te quedarás allí preguntándote qué tienes de malo para que nadie te quiera dar un hogar. Qué tienes tú de malo para que tu madre te haya dejado allí…” (Jun, protagonista de 'Lo que dejan las madres'

¿Podemos confiar en el todo saldrá bien?

Esto es mucho más complicado que una simple respuesta, pero la clave es crear un respeto que vaya en las dos direcciones: yo te respeto a ti si tú me respetas a mí… Explorar nuevos territorios implica asumir riesgos por las dos partes. Hay edades en las que no te mire o hable un hijo no se puede entender como un sinónimo de que no te quiere, simplemente, está metido en su mundo y todos sabemos lo que eso significa. Cuando te sientes algo vulnerable lo sueles pagar con las personas que tienes más cerca. Es duro, pero los palos le caen a los que están en su radio de acción. Eso no quiere decir que la situación se pueda complicar y acabar en algo más serio…

Lo que sí parece claro es que las madres son las grandes “resolvedoras”.

Hay padres que también lo hacen, pero lo normal es que ese papel lo tengan que asumir las madres. Eso es algo que viene de lejos y que aún no se ha podido corregir. En la adolescencia de una niña, la madre es la gran sufridora. Es importante que exista calma y otra parte que ayude a contener un periodo muy tenso. La etapa de madurez de una joven es lo más parecido que hay a un campo de minas.

La ‘domadora’ de adolescentes

Sara Desirée Ruiz (Granollers, 1979) es graduada por la Universidad de Girona en Educación Social y antes de publicar su primera novela abordó el universo de la adolescencia en un par de ensayos: El día que mi hija me llamó zorra: claves para educar en la adolescencia (2022) y Te necesita aunque no lo parezca: recursos para acompañar a adolescentes y potenciar su autoestima (2023). Ahora en ‘Lo que dejan las madres’ habla de sueños y relaciones familiares. La experta catalana, muy activa a través de Instagram, promueve una sensibilización sobre la adolescencia y ofrece un espacio de apoyo para las familias y profesionales que se enfrentan a esta difícil prueba de vida.