El 9 de septiembre de 2003 María Isabel Hernández Velázquez, conocida por su familia y por los vecinos del casco de San Juan de la Rambla por Marisa, desapareció mientras paseaba cerca de casa. Pocos días después se descubrió su cuerpo sin vida flotando en el mar. Tras ocho años y muchas dudas sobre la investigación policial y judicial, su asesino sigue en libertad. Hace casi dos años se solicitó por orden judicial el análisis de unos rastros de ADN que podrían ayudar a averiguar quién cometió el crimen, pero los resultados siguen sin llegar y la investigación vuelve a estar paralizada.

Marisa, que sufría una discapacidad psíquica, salió de su casa al mediodía para sellar una lotería y dar su paseo habitual de cada día por el pueblo, antes de ir a comer a casa de una de sus hermanas, lugar al que nunca llegó. Dos días más tarde su cuerpo apareció flotando en la bahía del barrio de Las Aguas de San Juan de la Rambla. Mañana se cumplen ocho años de la desaparición y muerte de Marisa, y tras tanto tiempo su verdugo sigue en libertad.

Las pesquisas realizadas por las fuerzas de seguridad del Estado dirigieron las sospechas hacia un vecino de la zona, que incluso fue detenido por la Guardia Civil e imputado. La falta de pruebas concluyentes contra él hizo que fuera puesto en libertad a los pocos días.

Pese a que las investigaciones continuaron, no fue posible encontrar al asesino de Marisa, motivo por el que se archivó el caso.

La desesperación de la familia de María Isabel Hernández Velázquez por dar con el asesino de la joven y que este pagara por su crimen les llevó a protagonizar varias manifestaciones públicas. Pese a ello, no se continuó con la investigación, motivo por el que hace dos años se pusieron en contacto con el criminólogo y perito calígrafo judicial Félix Ríos Abreu, quien desde el primer momento se interesó en el caso.

El experto informó a la familia de muchos detalles de lo ocurrido que desconocían y se puso en contacto con el letrado y doctor en Derecho Penal Andrés Martín Cruz, quien solicitó una petición de reapertura del caso en base a un informe de reconstrucción del perfil del posible asesino y otro de genética forense del doctor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) José Pestano.

Fue entonces, hace más de un año y medio, cuando la jueza reabrió el caso y ordenó practicar nuevos análisis de ADN con las nuevas técnicas descubiertas con el paso del tiempo.

Pese a ello, según explicó el criminólogo a este periódico, "esos análisis, que suelen tardar en realizarse cerca de un mes, aún no se han realizado". Por este motivo, una nueva jueza que lleva el caso ha ordenado el archivo y levantamiento del secreto de sumario hasta que se reciba el resultado toxicológico y, mientras, el asesino de Marisa sigue en libertad.

El abandono de la investigación; las demoras en los resultados de los citados análisis, tras conseguir que se reabriera el caso, y ocho años de impunidad han provocado la indignación de la familia de Marisa.

Los familiares de la joven discapacitada no entienden cómo es posible que ni la Guardia Civil ni la Justicia hayan sido capaces de aclarar un crimen terrible cometido "en un pueblo muy pequeño donde nos conocemos todos", según explicó a este periódico Loli Hernández, hermana de la víctima.

Hernández considera que el caso de su hermana es "una vergüenza para las autoridades, porque han sido incapaces de avanzar nada en ocho años".

El dolor y la rabia aumentan cuando la familia espera "desde hace más de un año" la realización de estas pruebas complementarias solicitadas por su abogado.

"Cansados es poco, esto es de vergüenza, han pasado ya ocho años y todavía seguimos esperando a que encuentren al asesino o asesinos de Marisa. ¿Será que la Justicia y la Guardia Civil no se toman esto en serio porque no somos una familia de las altas esferas? Eso sería terrible, pero después de ocho años la familia no encuentra una explicación lógica", subrayó Hernández.

Este año, la familia no participará en ningún acto de recuerdo de la desaparición y muerte de Marisa: "Estamos muy mal, sobre todo mi padre, y cada vez que organizamos algún acto nos cuesta mucho tiempo volver a la normalidad. Tenemos que revivir todo el dolor y la rabia acumulada durante ocho años de espera", concluye la hermana de Marisa.