Ocho años después de la violación y asesinato de la joven discapacitada psíquica de San Juan de la Rambla María Isabel Hernández, la familia de Marisa, el criminólogo Félix Ríos y el abogado y doctor en derecho penal Andrés Martín están empeñados en estrechar el cerco sobre el asesino. A la espera de que el Instituto de Toxicología y Ciencias Forenses en Tenerife ofrezca los resultados sobre unos estudios de ADN pendientes desde hace año y medio, la familia ha decidido habilitar un número de teléfono privado para que los ciudadanos que sepan algo que ayude a aclarar el caso puedan aportar su testimonio de forma anónima y al margen de las autoridades: el 667 202 226.

A la espera de que la genética ponga nombre y apellidos al verdugo, las esperanzas se centran ahora en el arrepentimiento de alguien que pueda saber más de lo que hasta ahora se ha contado. De forma paralela a la labor de la Justicia y la Guardia Civil, la familia y sus asesores continúan investigando el caso, revisando página a página las actuaciones a la caza de algún resquicio no explorado que pueda confirmar la identidad del asesino de Marisa y de su más que probable cómplice o cómplices.

Ríos mostró esta semana a EL DÍA el itinerario que siguió Marisa en su último paseo. Un rastro que se pierde justo enfrente de la casa familiar del principal sospechoso del crimen, un joven veinteañero que fue detenido en enero de 2004 y puesto en libertad tras pasar 72 horas en dependencias de la Guardia Civil sin apenas pronunciar palabra. "El perfil psicológico de este individuo, sus antecedentes familiares y sexuales, las declaraciones de su novia en aquella época y el testimonio inicial de otra joven discapacitada psíquica de San Juan de la Rambla lo mantienen en el puesto de sospechoso número uno", a juicio de Ríos.

Este experto en investigación criminal detalla que la discapacitada psíquica que señaló al principal sospechoso llegó a detallar al completo la presunta ejecución del crimen e, incluso, narró la forma con la que, según la autopsia, se acabó con la vida de Marisa: "Poniendo la mano en su boca y asfixiándola por sofocación". Un dato que aportó cuando aún no era público. Las contradicciones posteriores y los cambios en la declaración restaron credibilidad a esta testigo, que llegó a afirmar que estuvo presente en el momento en que asesinaron a Marisa, presuntamente en un garaje situado a solo unas decenas de metros de la casa donde residía la víctima.

Este criminólogo también apunta que hay otras dos posibles líneas de investigación abiertas, con sospechosos secundarios, "y que serán las pruebas de ADN o algún testimonio clave lo que nos permita identificar finalmente al autor".

Ríos espera que el Instituto de Toxicología atienda cuanto antes la petición judicial de analizar las numerosas muestras extraídas del cuerpo de Marisa y de posibles escenarios del crimen. La identidad del asesino podría estar oculta en el ADN de alguno de los más de cien pelos humanos hallados por los investigadores en los primeros días tras el crimen, cometido en septiembre del año 2003.

"Los primeros informes de ADN se hicieron con técnicas de la época y sobre un número limitado de las más de 20 muestras extraídas con más de 200 elementos analizables -asegura Ríos-. Lo que nosotros hemos pedido es que todas las muestras analizadas se vuelvan a estudiar con nuevas técnicas, que se analice todo lo que no ha sido analizado y que se extraiga el ADN mitocondrial de los pelos que no tienen raíz, que son la mayoría".

Un pelo puede ser clave

"En aquel momento no era posible extraer el ADN de un pelo sin raíz, pero ahora es posible y la fiabilidad es prácticamente del 100%. Hay más de un centenar de pelos que podrían esconder el ADN del asesino y de su cómplice o cómplices. Nos interesa especialmente el análisis de un vello púbico hallado en el cuerpo de la víctima. Ahí podría estar la clave que buscamos, pero también en otros muchos", detalló Ríos.

A su juicio, "desde que se encuentre ADN de alguno de los sospechosos, el caso quedaría prácticamente cerrado. Han pasado ocho años, pero la respuesta puede estar ahí, en alguna de esas muestras. Podría estar en los hallazgos en el cuerpo de Marisa, pero también en los del garaje de uno de los sospechosos".

Ríos ha reconstruido el crimen y cree que el asesino y violador actuó inicialmente solo, o quizá con algún testigo pasivo, pero sí considera claro que recibió ayuda para deshacerse del cadáver. Esta hipótesis cobra fuerza en el caso del principal sospechoso, puesto que no tenía vehículo propio ni carné de conducir, y Ríos ha determinado que el cadáver tuvo que lanzarse al mar desde la cercana zona entre los charcos Verde y del Viento, en la costa de La Guancha.

Un coche, probablemente de un amigo o familiar del asesino, tuvo que trasladar el cuerpo de Marisa desde el casco ramblero hasta los cercanos acantilados de La Guancha. Según la autopsia y las posteriores investigaciones de Ríos, "Marisa fue asesinada el mismo día de su desaparición y esa misma noche su cuerpo fue arrojado al mar". La corriente la arrastró luego hacia Las Aguas.

A la espera de que el ADN pueda dictar sentencia, la familia de Marisa y Félix Ríos se aferra también a la esperanza de que una llamada de teléfono ponga el foco sobre el asesino.

"Confiamos en que alguien que sepa algo y hasta ahora haya callado se decida a marcar el 667 202 226 para acabar con la impunidad de este asesino. Este teléfono de contacto dará la posibilidad a quien sepa algo de darnos claves para resolver el caso sin que tenga que implicarse personalmente ni acudir directamente a la Policía o la Guardia Civil. También es una vía para que alguien implicado de forma secundaria pueda colaborar antes de que la Justicia caiga sobre él o ella y ya sea demasiado tarde para arrepentirse y dejar de ser cómplice de un crimen. Este número es privado de la familia y garantizamos el anonimato, solo queremos que nos ayuden a encontrar al asesino de Marisa", explican los familiares.