Hoy se cumplen diez años desde que Urbana Ramos Plasencia fuera asesinada cerca de su casa de Fonsalía, en el municipio de Guía de Isora. Las investigaciones desarrolladas por la Policía Judicial de la Guardia Civil no consiguieron su objetivo de detener a algún sospechoso ni, evidentemente, llevarlo ante la autoridad judicial. Una década de preguntas sin respuestas, sobre todo para la madre y los hijos de la víctima, que tenía 35 años y estaba en trámites de separación de su marido.

Su madre aseguró ayer a EL DÍA que, hasta hace poco, tenía pleno convencimiento de que el autor iba a ser capturado, pero que cada vez pierde más la esperanza ante la falta de resultados.

Urbana trabajaba en la cafetería de la gasolinera Texaco situada entre Marazul y Callao Salvaje, en Adeje. Según algunos testigos, la mujer salió del pequeño núcleo de Fonsalía con su Renault Mégane gris con mucha prisa e iba sola.

Desde la calle Los Tarajales, donde residía, se incorporó a la carretera insular TF-47 en dirección a Playa San Juan. Pero en apenas 400 metros, permitió que alguien subiera a su coche y se desvió a una pista de tierra junto a unas huertas de plataneras, en la recta del badén. En ese lugar, la víctima fue estrangulada. Al parecer, tras morir, recibió 18 puñaladas y le golpearon la cabeza con un objeto contundente.

Sin testigos

Hasta ahora no han aparecido testigos que vieran al autor de la muerte violenta o algún comportamiento sospechoso. Los agentes que desarrollaron las pesquisas tampoco hallaron pruebas contundentes para detener a alguna persona. El hermano de la mujer, que trabajaba en el mismo local, se percató de que tardaba mucho, se extraño y llamó a su vivienda. Al otro lado de la línea contestó el marido de la fallecida, Antonio, que sólo pudo decir que Urbana salió normalmente de su domicilio.

No ha sido una década fácil para la madre de Urbana. Y es que, además del dolor de perderla de forma trágica, ha tenido que afrontar la educación de los dos hijos de la fallecida. Uno de ellos quedó huérfano con 15 años, mientras que el otro apenas tenía seis en 2001. Entre lágrimas, la madre de Urbana señala que el mayor de sus nietos vivió años difíciles, aunque ha sabido encauzar su vida. Ahora tiene pareja, trabajo y hace tres años que es padre. El menor prosigue sus estudios y no parece conflictivo. El mismo día en que ocurrió el asesinato, la madre de la víctima dijo que temía que ocurriera lo que finalmente pasó y añadió que, cada vez que tardaba, se ponía a temblar, porque pensaba en "algo malo".

Dificultades para obtener resultados positivos

El marido de Urbana fue una de las personas interrogadas por los guardias civiles, pero su testimonio no ayudó a saber quién pudo ser el autor. Nadie del entorno de la fallecida tenía conocimiento de peleas o malos tratos en la pareja. Pero varias personas tenían la convicción de que el proceso de separación se iba a resolver favorablemente para Urbana y que Antonio "no tenía derecho a nada". El mismo día de la muerte, la víctima tenía cita en el Ayuntamiento de Guía de Isora para realizar la preinscripción urbanística, ya que quería poner a su nombre la casa donde vivía con sus hijos. El criminólogo Félix McGrier Ríos se ofreció a colaborar de forma desinteresada con la familia para intentar colaborar a esclarecer el suceso. Sin embargo, este profesional manifiesta que no resultará una tarea sencilla, puesto que los investigadores de la Policía Judicial de la Guardia Civil efectuaron una tarea laboriosa y no consiguieron resultados positivos. Ríos califica de "excelente" el expediente instruido por el Equipo de Policía Judicial de Playa de las Américas, por lo que ve difícil hallar pruebas de convicción donde ellos no las hallaron. Mientras, la familia de la mujer lleva una década de amargura y desesperanza. Y el autor del asesinato sigue en libertad.