Los médicos forenses que intervinieron ayer en la segunda jornada del juicio con jurado por el asesinato de un anciano que residía en Arona resaltaron la "desproporción" de fuerzas a favor del acusado E.B., que entonces tenía poco más de veinte años y medía 1,91 metros, sobre el agredido, de 60 años y 1,78 metros de altura. La causa del enfrentamiento era la relación sentimental que el primero había mantenido con la mujer del fallecido.

El ataque se produjo el 27 de noviembre de 2014 en Los Cristianos, y la causa de la muerte fue por "estrangulamiento" probablemente con una sola mano, mientras que con la otra inmovilizaba al afectado. Los peritos dijeron que la víctima pesaba entre 75 y 100 kilos pero el agresor era más corpulento y tenía más fuerza y envergadura, con lo cual el fallecido apenas pudo defenderse. Los peritos declararon que resulta imposible fijar la hora exacta de la muerte, de manera que no se sabe si se produjo de forma inmediata o en las horas que siguieron al ataque, como sostiene la Fiscalía en su escrito.

Los técnicos analizaron el cadáver hallado varios días después en una zanja en Águilas del Teide tapado con una manta. La conclusión es que la indefensión del hombre ruso quedaría probada por los hematomas en la parte exterior de los brazos, daños en los dedos, muñeca y torso de las manos con los que intentó evitar los golpes.

También se registraron huellas dejadas por el traslado del cuerpo durante dos días, como eran arañazos en la espalda y en el cuero cabelludo. Cuando el cadáver fue encontrado, su cabeza hasta la barbilla aparecía cubierta por varias vueltas de cinta transparente. De esta manera, E.B. quería evitar que se manchara el coche en el que trasladó el cuerpo sin vida. No se detectaron lesiones importantes en el interior del cráneo ni en el cerebro. El abogado de la defensa quiso resaltar que no hubo heridas por arma blanca ni de fuego, ni signos de que el anciano fuera atacado por la espalda. Los peritos indicaron que una de las principales limitaciones a las que se enfrentaron a la hora de hacer su trabajo y detectar otras evidencias de la agresión es la fuerte presión con la que se colocó la cinta plástica. Sí quedó claro que el rostro fue cubierto una vez que ya había muerto y que el golpe sufrido en la cabeza al caer al suelo no supuso la causa de la muerte. Para los forenses, la víctima era una persona sana cuya identidad fue posible ratificar gracias a una prótesis que tenía en el hombro en la que aparecía un número identificativo.