La Audiencia Provincial condenó al alemán Sigmund J.B. a un año y medio de cárcel y a pagar 1,9 millones de euros por un delito continuado de estafa, falsedad documental mercantil y de apropiación indebida cuyo origen se remonta a 1998. En la sentencia de conformidad dictada el 14 de mayo, las cantidades aún aparecen en pesetas. La indemnización deberá ser abonada a seis particulares y a una empresa radicada en Tenerife, de forma solidaria con el austriaco Gustav A.K., condenado hace meses a 3 años de cárcel por los mismos hechos. En esta trama participó una tercera persona que no fue localizada.

Sigmund J.B. ya había sido condenado en su país por falsedad, estafas y apropiación indebida en 2001. El fallo judicial emitido ahora da por probado que ambos utilizaron en 1996 y 1997, con fines defraudatorios, una entidad cuyo nombre era similar al de un banco muy conocido y solvente en Austria, Suiza y Alemania, pero con el que no existía vínculo alguno.

Los condenados se aprovecharon de la confusión para hacer suyas las aportaciones que en concepto de depósito de alta remuneración efectuaron varios alemanes a los que convencieron para que participaran en esta inversión. "Los estafados creían equivocadamente que estaban dejando su dinero en una caja de ahorros solvente y vinculada a entidades financieras españolas reales", indica la sentencia.

Estos hechos ya fueron objeto de una sentencia condenatoria en 2011, ratificada por el Tribunal Supremo (TS) un año más tarde. En 1998 los dos procesados decidieron desprenderse de todas las participaciones que tenía en la entidad, aunque para seguir obteniendo rendimiento económico ambos contactaron con varios alemanes a los que ofrecían un elevado tipo de interés por efectuar depósitos haciéndoles creer que se trataba de un negocio "próspero y muy rentable". Pero en realidad ocultaron la verdadera situación financiera de una entidad que los tribunales consideran "un mero instrumento con fines defraudatorios y sin actividad económica real más allá de captar estos fondos". Para convencerlos incluso les entregaba una libreta con la cantidad invertida. Una empresa y seis particulares resultaron estafados con cantidades que oscilaban entre el millón y los 12.000 euros, a través de una entidad cuyo domicilio social era la casa de Gustav A.K.