No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita. Este refrán de la sabiduría popular ha llegado a este comienzo de siglo XXI con la misma fuerza que tuvo en el primer momento en el que se utilizó. Vivimos tiempos vibrantes, únicos, en el que cada persona que utiliza un ordenador, tableta o smartphone, forma parte de una revolución digital que nos lleva a una sociedad que no imaginábamos hace una década. Este cambio es tan profundo e intenso que reduce el tiempo en que se introduce una novedad en la sociedad. Si antes se tardaba años en llegar a un millón de clientes, el mundo digital consigue que un producto de éxito llegue a todos los rincones en horas.

Nuestro entorno nos invita a renovar el smartphone cada año, las modas se suceden rápidamente y si antes había una canción del verano, ahora en días se suceden los vídeos que son tendencia en YouTube. En lugar de ser los medios convencionales quienes presentan las principales novedades del mercado es la red la primera en mostrar un producto de éxito, que a continuación es utilizada por los medios convencionales y su popularidad se ve de nuevo multiplicada gracias a las redes sociales.

Sin embargo, hemos sido educados en un sistema tradicional que no ha preparado a la sociedad para el cambio continuo. Diferentes estudios demuestran que la sobreexposición tecnológica genera ansiedad, trastornos de atención, colabora en el fracaso escolar e incluso hace que nuestro cerebro trabaje de una forma diferente. Por todos estos motivos culturales y asociados a la naturaleza humana cuesta adaptarse al cambio tecnológico. Migrar de sistema de smartphone suele generar el comentario "no lo entiendo". El cambio estético de nuestra web o red social habitual genera habitualmente un aluvión de comentarios negativos. Incluso se desestima una gran novedad en la versión del sistema del ordenador y se vuelve a la anterior porque resulta más cómodo su uso como sucedió con Windows 8. Son tendencias naturales que buscan la vuelta hacia un entorno que es conocido.

En ocasiones esa vuelta a lo conocido se produce por causas inesperadas. Por ejemplo, se pierde el "smartphone" y es necesario utilizar durante unos días un modelo de gama más baja o anterior. En esos momentos existe un redescubrimiento personal de los problemas que puede generar la tecnología: olvidar su utilidad. Quien no ha podido utilizar su "smartphone" habrá podido comprobar el amplio número de personas que obvia a quien tiene más cerca y le presta más atención al "smartphone" o tableta. Es el "phubbing".

La seducción ante un mundo conectado a la palma de la mano empieza a encontrar sus primeros problemas por el continu uso de servicios digitales en actividades sociales como WhatsApp, Facebook e Instagram. Las implicaciones de estos avances requieren cierto tiempo para ser digeridas y por ese motivo es natural la intención inicial de querer seguir siendo "low-tech" ante la avalancha de novedades.

Botellas solares

Las zonas menos desarrolladas pueden aprovecharse de las innovaciones de baja tecnología. Un ejemplo es "Liter of light" (litro de luz). Su idea proporciona luz a viviendas que no tienen acceso a electricidad o que no pueden costeársela. La idea es sencilla. Llenar una botella de plástico de litro y medio con agua con lejía e instalarla en el techo. Proporciona una iluminación de día equivalente a una bombilla de 55 vatios. La lejía evita la aparición de algas.

Vea en su móvil cómo se iluminan viviendas en zonas en desarrollo utilizando solamente una botella, agua, lejía y luz solar.

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