HOY QUISIERA hablaros de dos entidades diferentes, pero con el mismo fin, en este caso colocarnos junto al mar, a ese hermoso Atlántico que baña las islas Afortunadas y, como decía el recordado Luis Diego Cuscoy, "con su rumor de caracolas". Y vamos a hablar, en primer lugar, del nostálgico Balneario, en los aledaños de la cantera de La Jurada, camino de San Andrés, pueblo pescador, símbolo de nuestra tierra tinerfeña.

Creo recordar que mi abuelo Antonio me dijo que el Balneario era una especie de sociedad de la que él poseía alguna participación. Sólo tengo en la mente que allí aprendí a nadar. Mi abuelo me llevaba hasta allí y me obligaba a bañarme con "corchos", pero un día se me olvidó llevarlos y a hurtadillas me lancé al mar y llegué hasta la balsa por mis medios. Ese día aprendí a nadar. En el balneario se practicaba la natación, y también en la playa de San Antonio. En el Balneario salieron nadadores del calibre de los hermanos Weller y otros que no recuerdo. Tal vez los hermanos Pepe y Manolo Cruz también salieron de este lugar. Sí que recuerdo a dos entrenadores de prestigio, Raimundo Afonso y Acidalio Lorenzo, y ellos, con su paciencia, forjaron verdaderos héroes de la piscina. Y como anécdota, una tarde que regresaba con mi abuelo en la guagua, al bajarnos sonaba el toque de arriar banderas desde el cercano cuartel de Ingenieros. Mi abuelo no se paró a saludar brazo en alto. Me cogió la mano y aceleró el paso. En esto un señor le increpó e intentó detenerlo. El abuelo le dio un empujón y siguió la marcha. No olvidemos que mi abuelo era un republicano de corazón.

Y ahora vamos a seguir con el Real Club Náutico de Tenerife. El que primero estuvo cara al mar, cercano al citado cuartel.

No había piscinas sino mar abierto. Varias veces fui a este lugar en compañía de mi tío Niabel, que al igual que mi padre, que era su hermano, era socio. Más tarde se construirían las bellas instalaciones que todos conocen y allí milité en un equipo de natación bajo el magisterio de un gran nadador filipino, de nombre Alfredo García Garamendi. Bella persona, siempre sonriente. Mi entrenamiento eran dos mil metros diarios, o sea 60 piscinas. Mi estilo, el "crawl".

Y vayamos ya, como colofón, a repetir un relato que ya escribí hace mucho tiempo y que descansa en mi particular hemeroteca. Se trata de los Campeonatos Nacionales de Natación del año 1942. Ya el equipo de Canarias había ganado en Palma de Mallorca en 1941, y este año, en el fabuloso escenario del Real Club Náutico de Tenerife, iba a revalidar tan preciado título. Corría el mes de agosto y el día 25 de este mes había fallecido mi padre en plena madurez. Tuve que ingeniármelas para entrar en la piscina. Hablé con un amigo, de nombre Adolfo, y que creo que pertenecía a la Federación, y me dejó entrar sin pagar. A la noche siguiente, la de la final, hablé con Paquito Díaz, miembro de la Federación, primo de mi recordado amigo Nano Francés. Por allí andaba una enorme caja llena de bombillas para la piscina, y entre Paquito y yo la entramos en el recinto, del cual no volví a salir hasta que acabó la gran final.

Canarias revalidaba esa noche mágica el título de Campeón Nacional. Las gradas estaban a rebosar y un viejo nadador, viejo por la veteranía, Manolo Cruz, que además tenía otro hermano nadador, Pepe Cruz -no recuerdo cuál de ellos- dirigió el riqui-raca. Ambos militaban en el Club Iberia y marcharon a las Américas. Años después tuve el placer de saludar y conocer a un hijo. ¿De Manolo o de Pepe? Fiel a mi modelo de escribir, dejemos mi hemeroteca en paz.

Los hurras se oyeron en todo Santa Cruz. Los 100 espalda los ganó el gran Alfonso Weller; los 1.500, Vicente Olmos, de Cataluña; los 400 libres, Isidoro Martínez Ferry, de Castilla; los 100 metros libres, Segismundo Pera, de Aragón; los 200 metros braza, Fermín Rodríguez, de Canarias, natural del Puerto de la Cruz, seguido de García Garamendi, por Canarias; y los relevos 4x200, el equipo de Canarias, destronando a Cataluña, sempiterno vencedor. Y fue por esta orden de intervención: Ramón Díaz, de Las Palmas; Esteban Fernández, Gunnar Beuster y, el último, Alfonso Weller. Respecto a este salió una foto en un periódico local y fue impresionante. Me dio la impresión de que en un salto había recorrido un tercio de piscina, suspendido en el aire.

Contra mi costumbre, he intentado entre casi 1.500 artículos corroborar datos. Si alguien sobrevive, y confío en algunos de los espectadores de aquella noche memorable y notan algún error, que sepan disculparme. Sí que recuerdo que los dos primeros relevistas terminaron extenuados, y ayudados a salir de la piscina. Al amigo Alfonso le saludé por último vez en Ten-Bel (Costa del Silencio) en la celebración de la boda de una sobrina de mi esposa. Muy grato su recuerdo. Y volviendo al Balneario, ¿qué se piensa hacer con esta especie de "mamotreto"? Ya en su día estuvo bajo la tutela de Educación y Descanso y se convirtió en un hotel de veraneo para los jubilados. Me contaron que fue todo un éxito. Rehabilitarlo de nuevo como balneario para el pueblo llano, al que yo pertenezco, no sería mala idea. Téngalo en cuenta. Cosas de Santa Cruz.