La artesanía es protagonista en la feria que hoy concluye en el parque García Sanabria. Al frente del "stand" dedicado al calado, Antonio Domingo Rodríguez. Llama la atención que sea un hombre uno de los exponentes de este arte pero, como él mismo explica, "no es frecuente, pero no es imposible". Ya desde los cinco años calaba porque era el único niño de la casa. Juega a su favor que aprendió esta técnica de su abuela materna, natural de la parte alta de Los Realejos, y también tuvo la posibilidad de adentrarse en la técnica de la roseta, con su abuela paterna, de Arona. "En el sur son más de rosetas", comenta con un verbo dulce, sin una palabra más alta que otra.

Antonio Domingo formalizó su condición de artesano con el carné que obtuvo en el año 2016 gracias al Cabildo de Tenerife, una administración a la que los seis ganadores agradecen la apuesta del departamento que lidera Efraín Medina. Este artesano de Los Realejos es consciente de ser uno de los máximos exponentes de esta tradición, pero también admite que dedicarte al calado "es una forma que te permite evadir, encontrarse contigo mismo", explica en su puesto.

A modo de anécdota, en el cartel de su puesto se anuncia el calado, pero Antonio Domingo insiste: "También nos dedicamos a la roseta, que quizás es la gran olvidada y cuya técnica incluso alguno la ha llegado a confundir con el bolillo". "Ahora está emergiendo", asegura, y como prueba de la aceptación pone el traje de la reina infantil del año 2016 que fue inspirado y elaborado con rosetas según diseño de Eduardo Martín, equipo en el que participó el propio Antonio Domingo.

La roseta es un sello de calidad del tapete, incluso se adapta ya a la vestimenta, o a la bisutería y los complementes y ropas, sin olvidar los llaveros o los marcadores de libros que se pueden encontrar en este puesto. "Este trabajo no es caro, sino que vale mucho dinero, aunque nunca se pagan la dedicación y las horas que inviertes".