La presencia de la imagen del Cristo de La Laguna en los traslados de la Patrona de Canarias a nuestra ciudad está documentada desde el siglo XVI. Se sabe que ya en 1562 se llevó en procesión, para recibirla quizás por primera vez, "hasta las montañetas de los Baldíos (hoy de los Molinos)", según precisa Moure. A partir de entonces, han sido varios hasta ahora los encuentros.

La que no parece conocerse tanto es la propuesta de llevar la efigie del Crucificado al pueblo de Candelaria, a finales del siglo XIX. Fue cuando la imagen de la Patrona General del archipiélago canario iba a ser coronada pontificalmente.

En 1867, por rescripto del pontífice Pio IX, la Virgen de Candelaria había sido declarada Patrona principal de las dos diócesis de las Islas Canarias, atendiendo las preces del entonces obispo residencial canariense y a la vez administrador apostólico del obispado de San Cristóbal de La Laguna, monseñor Joaquín Lluch y Garriga. Es interesante subrayar, por significativo, que la iniciativa partió de la más antigua de las dos sedes episcopales de nuestro archipiélago.

Próximo a cumplirse un cuarto de siglo de aquel acontecimiento religioso, se iba a ratificar de manera solemne dicho patronazgo general, mediante la "coronación pontificia" de la imagen de la Candelaria; primera en Canarias y una de las muy escasas hasta entonces en España, donde sí lo habían sido la Pilarica aragonesa y la Santina asturiana.

Para informar de los preparativos y divulgar la historia de la imagen, se editó, a partir del 20 de julio de 1889, el semanario La Candelaria. Revista Religiosa de las Islas Canarias. Constaba de cuatro páginas y salía los sábados. Es una curiosidad en el panorama de la prensa insular, porque en su número 1 se decía ya que únicamente se confeccionarían quince números, tantos como los misterios del santo rosario. Y así fue. Nadie firmó en él, salvo el prelado Torrijos. Se tiraba en la imprenta del tipógrafo lagunero José Cabrera Núñez, establecida en la calle Herradores, 42. El precio de los quince números se fijó en una peseta, y en diez céntimos el ejemplar suelto. Su brevísima andadura acabó el 26 de octubre del dicho año 1889, como se había previsto.

Fue en el número 8 de La Candelaria, de 7 de septiembre, donde se publicó el suelto con la iniciativa. Apoyándose su autor anónimo en el cándido argumento de que, si se honra a una madre y ella tiene un hijo, este no puede faltar "en el día grande de su exaltación y su triunfo", se proponía el traslado del Cristo lagunero a la hoy villa mariana para estar presente en el acto de la coronación, y aseguraba que era "cosa relativamente fácil y hacedera", porque "donde hay amor todo es posible". A continuación lanzaba un entusiasmado "¡¡Viva la traslación de Nuestro Señor de La Laguna!!".

El sábado siguiente, 14 de septiembre, día mayor de las fiestas del Cristo, la revista lo recordó y le dedicó toda la primera plana, insistiendo de nuevo en el traslado de la venerada imagen a Candelaria. A partir de ahí, el tema no volvió a tocarse. Se impuso sin duda la cordura, porque transportar el Crucificado lagunero, con los medios disponibles y por los caminos de la isla en el siglo XIX, estaba lejos de ser "fácil y hacedero".

El 13 de octubre de 1889, la imagen de la Candelaria fue coronada por el obispo nivariense Ramón Torrijos y Gómez, delegado pontificio. La presencia del Cristo de La Laguna en el acontecimiento no pasó de un deseo casi imposible. Como tampoco podía cuajar la peregrina ocurrencia de un bendito, publicada en el mismo periódico una semana antes, de iluminar el Teide la víspera de la gran ceremonia, "para que se contemplara desde todas las islas", nada más y nada menos que "con cinco lanzas bien altas rodeando el cráter" del volcán, tal las cinco letras de MARIA, y, como combustibles, "media arroba de lana y una barrica de brea".