El Ayuntamiento de Santa Cruz ha ampliado de manera efectiva la capacidad del cementerio de Santa Catalina, en El Sobradillo, al construir 101 nichos de restos y haber liberado, de este modo, quince unidades de enterramiento.

El alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, acompañado del concejal de Servicios Públicos, Dámaso Arteaga y la edil del Distrito Suroeste, Gladis de León, realizó recientemente una visita a los trabajos que se llevan a cabo en el camposanto, junto a representantes vecinales de El Sobradillo, a quienes detalló los pormenores del proyecto de ampliación.

Bermúdez explicó que con esta actuación se da respuesta a una demanda del pueblo de El Sobradillo, "preocupado por la colmatación del cementerio, lo que impedía cumplir los deseos de quienes querían ser enterrados aquí".

La habilitación de estos nuevos nichos de restos se enmarca en un proyecto en el que el ayuntamiento invertirá 100.000 euros y supondrá la ampliación del cementerio en 340 metros cuadrados.

De León precisó, por su parte, que hasta el momento se han construido 101 nichos de restos, de los 145 previstos. Además, ya se ha comenzado con la construcción de otros 92 para inhumaciones, de los que 24 estarán terminados en un plazo de un mes.

La previsión municipal es seguir liberando nichos para enterramiento en los próximos meses, al cumplirse los 5 años de arrendamiento, lo que implica que en la mayoría de los casos se trasladen a uno de restos, lo que seguirá aumentando las unidades disponibles para nuevos enterramientos.

La ampliación podría ser mayor si en el futuro se necesitase, ya que está disponibles los terrenos que rodean el campo santo, que son de titularidad municipal y están previstos para tal uso si fuera necesario.

El cementerio de Santa Catalina fue construido en los años 20, con aportaciones de numerosas familias, que rondaban entre las 5 y 15 pesetas, recaudando dinero por casi todos los pueblos de lo que hoy es el Suroeste, y ubicándolo junto al Camino Viejo a Candelaria, en unos terrenos también donados gratuitamente por sus propietarios. El primer enterramiento fue el de una vecina llamada Catalina Díaz Ramos, en 1927.