El baño de las cabras en el mar, un ritual guanche que pervive en Tenerife

Cientos de cabras asistieron, como cada día de San Juan, a darse su primer baño

La tradición proviene de los indígenas de Tenerife que protegían a sus cabras con esta visita al mar

El baño de cabras del Puerto de la Cruz

Arturo Jiménez

Cientos de cabras amanecían este lunes entre las cuatro y las cinco de la mañana para asistir un año más al tradicional baño de las cabras por el día de San Juan en la playa del muelle en el Puerto de la Cruz. El origen de este ritual se remonta a la época de los antiguos indígenas de Tenerife que llevaban sus manadas de cabras a la costa, pero ha permanecido hasta traer un pedazo del mundo guanche a la actualidad. El objetivo es limpiarlas, desparasitarlas y prepararlas para el apareamiento. Sucede en la mañana de San Juan, tras una madrugada en la que la gente encendió sus hogueras en la playa con motivo de ahuyentar a los malos espíritus y celebrar una de las noches más cortas del año. Del mismo modo, algunos pastores vinculan este ritual a una limpieza espiritual para las cabras mientras zambullen las cabezas de estos animales en el mar.

María Candelaria Alonso, de 62 años, venía de Los Realejos y fue una de las primeras cabreras en llegar a la playa. Lo hizo a las ocho de la mañana, pero con una energía que parecía que ya era mediodía. Lleva toda su vida aprendiendo el pastoreo que heredó de su padre y sus abuelos y cada año asiste al baño de sus cabras.

Los animales ponían resistencia para entrar al agua. Clavaban sus patas entre las piedras y requerían de un empujón para llevarlas a la orilla. Aun así, Alonso sacó fuerzas y fue capaz de meterlas en el agua. La pastora requirió de un gran trabajo físico para coger por los cuernos a cada animal y adentrarse con él al mar hasta la altura de su cintura, pero su ilusión le dio la energía suficiente para hacerlo. Al mismo tiempo, interactuó con entusiasmo con su público y exclamaba cada vez que agarraba a una cabra nueva, al grito de: "¡Aplaudan, animen a la cabra!".

Por su parte, cientos de personas estuvieron expectantes a un inusual momento en la playa del muelle. Lo hacían desde los muros que rodean la playa. Algunos más curiosos bajaban a la orilla a ver de cerca a estos animales, pero ninguno quitaba la vista de la destreza de los cabreros que zambullían uno por uno a los cientos de cuernos en la orilla del mar.

María Candelaria Alonso con una de sus cabras.

María Candelaria Alonso con una de sus cabras. / Arturo Jiménez

Las cabras pasan todo el año caminando por barrancos y fincas abandonadas entre tierra y piedras. Como asegura María Candelaria Alonso, las cuñas de sus patas quedan maltratadas. Por ello este ritual supone también una limpieza para los animales. Además, la tradición guanche buscaba que las pequeñas heridas que pudieran tener se curasen con el agua salada. Para Alonso es un día del año muy especial y necesario. "Es un acto de renovación para nuestras cabras", añade. Por su parte, otros cabreros como Avelino Doniz, destacan de este ritual que favorece el apareamiento de estos animales.

Los más pequeños también colaboraron. En la playa del muelle asistieron hasta tres generaciones de cabreros. Una de ellas era Jimena Bello, de 15 años, que vino junto a su abuelo y su padre a cumplir con la tradición. Caminaron desde La Vera, en el mismo municipio de Puerto de la Cruz hasta la costa. Para ella cada 24 de julio es un día muy especial y se siente orgullosa de poder pasarlo junto a sus familiares ayudando en una actividad que le han inculcado ellos y requiere de tanta vocación y esfuerzo. Con mucha fuerza, por la resistencia que pusieron los animales para caminar hacia la orilla y, aunque cansada, ayudó a bañar a las cabras.

Hija de cabreros carga un baifo para bañarlo en el mar.

Hija de cabreros carga un baifo para bañarlo en el mar. / Arturo Jiménez

Yecenia Méndez y Ariadne Perera, ambas de doce años también colaboraron junto a sus familiares en el rito de sus ancestros. Las jóvenes agarraron a los animales por los cuernos y les dieron su primer baño del año. Ayudaron también con los baifos que, como son pequeños, llegaban a la orilla sujetos entre sus brazos. Para ellas es tradición, y cumplen con ella con mucha emoción y acompañadas de sus familiares que se dedican al pastoreo.

Recuperar la tradición

En la década de 1960 la tradición quedó en desuso debido al auge del sector turístico que consideró que no era apropiado el baño de los animales en presencia de los turistas. Sin embargo, en 1984 se recuperó gracias al Colectivo Cultural Valle Taoro, al historiador y profesor Manuel Lorenzo Perera, y al etnógrafo Chucho Dorta. A partir de 2002, y hasta la actualidad, la Asociación Cultural Amigos del baño de las Cabras en el Mar se ha hecho cargo de su organización.

Aunque en la década de los 60 se cuestionase la importancia de mantener esta tradición, lo cierto es que cientos de curiosos se acercaron un año más para ver este ritual ancestral en la mañana del día de San Juan. Muchos repetían como cada año su visita a la costa del Puerto de la Cruz. En esta ocasión destacaban que no había asistido tanta gente como en años anteriores y achacaban este hecho a que era lunes. De todos modos, el ambiente era de expectación para lo que para muchos era una actuación de lo más curiosa.

Los pastores fueron entrando a la playa a lo largo de la mañana con mucha alegría. Los hermanos Avelino y Víctor Doniz Farrais llegaron sobre las 10 con su manada de unas 300 cabras. Lo hacían después de haberse despertado a las cuatro de la mañana para ordeñarlas y comenzar a caminar desde Benijo hasta el Puerto de la Cruz a las seis de la mañana. "Esfuerzo, pero mucha emoción", son las palabras que definieron la mañana de los hermanos que no podían faltar a la tradición. Llevan viniendo desde hace 20 años y, orgullosos, cuentan lo difícil que es ser cabrero y cómo se está perdiendo la tradición: "Esto es un sacrificio, es muy duro pero se lleva en la sangre", subrayó Avelino Doniz.

Pastor ordeña a una de sus cabras en las escaleras de la playa del muelle.

Pastor ordeña a una de sus cabras en las escaleras de la playa del muelle. / Arturo Jiménez

La mañana no solo sonó a los balidos de las cabras. También se ambientó la escena con piezas musicales como el tajaraste con sus tambores, bucios, flautas y lapas. Las hizo sonar Domingo Fernández, un veterano que asiste cada año a esta cita. Al mismo tiempo cantó acompañado canciones con letras como: "Que vivan las cabras, que vivan los cabreros, lechita con gofio es lo que yo quiero". Siguiendo las órdenes de la canción algunos cabreros se sentaron en las escaleras de acceso a la playa del muelle mientras ordeñaban a sus cabras. Llenaron baldes de leche al mismo tiempo que colaron la leche y la pasaron a botellas de plástico para luego venderlas en la avenida. Con ello se completaba una tradición que recrea un ritual de origen guanche cuya intención principal era proteger al ganado.

Tambores, bucios y flautas para acompañar la mañana.

Tambores, bucios y flautas para acompañar la mañana. / Arturo Jiménez

La jornada no termina con el baño de las cabras. Cabreros como Avelino y Víctor Doniz esperan llegar a sus fincas a las diez de la noche. Tras zambullir a sus cerca de 300 cabras, una por una, aún les queda regresar a Benijo de donde partieron a las seis de la mañana. Para los hermanos esta es una cita a la que no pueden faltar. Esperan seguir asistiendo cada año con la misma ilusión que les hace madrugar y caminar tantos kilómetros.

Compañeros de profesión como Oliver Tomás, de Los Realejos, recalca cómo se está perdiendo la ganadería. Reconoce que la juventud no quiere trabajar en el campo. "Los que nos dedicamos ahora a esto es porque nos gusta y nos hemos criado desde pequeños con la ganadería", señala. Su esperanza es que no acaben con esta tradición que conecta un mundo pasado indígena con otra época que vincula más de cerca a los cabreros con sus ancestros.