La costumbre de amontonar callaos o cualquier tipo de piedra ha pasado de formar parte de antiquísimos rituales a convertirse en un gesto entre lo turístico y lo supersticioso repetido por visitantes de lugares de medio mundo. Estos montículos han cambiado ya parte de la imagen del litoral del Puerto de la Cruz, entre la explanada del muelle y el Castillo San Felipe, donde el rito de los amontonadores de callaos ha encontrado aceptación y material de sobra.

Esta costumbre se repite en diversos lugares de España desde hace años, en especial en las Islas Baleares y en Galicia, donde los montículos de piedra son decoración habitual del Camino de Santiago. En el Sur de Tenerife, en la costa de La Enramada, también hay cientos de estas torres, habituales en otros muchos lugares de países de Europa, Asia o América.

Estas piedras en equilibrio se convierten a veces en un reclamo estético, que capta la atención de los visitantes. Sin embargo, también han generado algunos problemas en lugares donde se ha alterado el entorno y las autoridades han tenido que actuar para ponerle freno. Ya ha ocurrido en O Facho de Donón, en Galicia, o en Fuerteventura, donde el Cabildo lo considera un atentado contra el medio ambiente.

De momento, en el Puerto de la Cruz no hay quejas contra la nueva vieja costumbre de amontonar piedras.