Lorenzo Olarte lleva ya algún tiempo retirado de la política canaria, pero está claro que mantiene su capacidad de crear polémica cuando abre la boca. La última ha sido su propuesta de retirar los dos extraordinarios lienzos del pintor palmero Manuel González Méndez, el más internacional y reconocido de los pintores del diecinueve canario, cuadros propios del romanticismo tardío, que fueron incorporados en 1906 al actual salón de Plenos del Parlamento de Canarias, cuando el edificio, creado para ser sede de la Sociedad Musical Santa Cecilia, fue convertido en Diputación Provincial de la provincia única de Canarias. En uno de los dos cuadros, se observa la entrega de la niña aborigen Arminda Masequera, probablemente al Pedro de Vera, y el otro interpreta la fundación de Santa Cruz de Tenerife, con el adelantado Alonso de Lugo sosteniendo una enorme cruz ante la que se arrodillan unos frailes. Olarte cree que el primero de los cuadros representa la entrega por los derrotados guanches de sus hijas para ser violadas por los conquistadores, y en el otro –yo creo que el otro lo incorpora a la denuncia para hacer lote- ve Olarte el pánico de los pobres frailes ante el poder de la espada.

Como la nuestra es una clase política que tiende a ser bastante bobalicona cada vez que alguien invoca cuestiones objeto de twit, quizá fuera conveniente recordar el rol desempeñado en esta concreta conquista –y en otras- por las hijas de los sometidos, que –según la historia, la tradición y la leyenda- jugaron un papel fundamental en la construcción de la identidad mestiza. Las legendarias princesas Dácil –hija del Mencey Bencomo- o Tenesoya -sobrina del Guanarteme Egonaiga de Gáldar- son representativas de los poderosos lazos que en la cultura y tradiciones de las islas se atribuyó a las mujeres guanches en su relación con los conquistadores. Históricamente probado es el trato recibido por la hija de Pedro Maninidra, Costanza Fernández, a la que el Adelantado Lugo otorgó dos fanegas de tierra en Taoro, en recompensa por los servicios de su padre.

La historia y las leyendas ilustran nuestra cultura, pero Sus Señorías nos quieren reescribir la historia. El secretario de la Cámara, Mario Cabrera, llegó a pedir la retirada de los cuadros, porque según dice, ofende la sensibilidad de los diputados. Como eso no puede hacerse, porque los dos lienzos (lo ha recordado un informe realizado ‘ad hoc’ por Bellas Artes) forman parte indisoluble del edificio, que es Bien de Interés Cultural, lo que ha propuesto Cabrera entonces es que se tapen con cortinas durante los plenos para no ofender a Sus Señorías, que son requetesensibles.

Si la iniciativa prospera, y no duden que puede llegar a ocurrir, yo propongo que ‘encortinen’ también algunos otros cuadros ofensivos para la sensibilidad general. ‘Los fusilamientos del dos de mayo de 1808’, de Goya, son sin duda bárbaros y sanguinarios, y representan la violencia de la milicia opresora. De ‘El Jardín de las delicias’, del Bosco, habría que encortinar la tabla derecha, que muestra el infierno, es realmente repugnante, una visión asquerosa y aterradora al servicio de la Iglesia más retrógrada. Y el ‘San Jorge y el dragón’ de Rafael, es puro maltrato a un animalito a punto de extinguirse… ¡que lo tapen! Y no sigo porque la lista de cuadros a tapar no me cabe en esta tira…

Sus Señorías deberían dirigir su delicada sensibilidad a otros asuntos: por ejemplo, a aprobar un plan de choque contra la pobreza en Canarias, que aún no se han puesto de acuerdo. Podrían aplicarse en ello. Porque esconder a todos los pobres de Canarias bajo cortinas les puede salir más caro que un PeDeCan nuevo.