Después de un par de días de tensión y declaraciones malhumoradas en los medios, el rector de La Laguna, Antonio Martinón, aclaró ayer que ya está resuelto -al menos en apariencia- el conflicto entre el Rectorado y Basilio Valladares, fundador y director del Instituto de Enfermedades Tropicales, y uno de los científicos más reconocidos de las Islas. Valladares había denunciado públicamente y con cierta amargura que el rector acusara -en su discurso de inauguración del curso académico- al centro que él dirige de aprovecharse de su proximidad al poder para recibir subvenciones. En realidad, el discurso del rector no decía eso, pero Martinón se quejaba de que en los Presupuestos Generales del Estado para este año se destine millón y medio de euros a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y nada a la de La Laguna, y hablaba de que los recursos para investigación debían distribuirse al margen de influencias políticas. Se trata de hecho de una recomendación de la Conferencia de Rectores de toda España, que se ha pronunciado sobre la conveniencia de que los dineros para la investigación sean repartidos de acuerdo al criterio de una agencia científica creada "ad hoc", y no al albur de decisiones políticas. Valladares se sintió aludido en el discurso del rector, porque su Instituto, al que ha dedicado un montón de años de su vida, recibió también este año un millón de euros directamente del Ministerio de Sanidad para la adquisición de equipos. Valladares -uno de nuestros investigadores más desparpajados y mediáticos- lleva gestionando esa subvención desde hace ya años, después de haber sobrevivido durante la crisis a todo tipo de privaciones, que hicieron que el Instituto tuviera que recurrir a algún convenio con países africanos para continuar sus investigaciones y servicios. Valladares es un tipo esforzado y un hombre de talante afable y colaborativo, pero la intervención del rector debió picarle la paciencia como una mosca tse-tse y decidió presentar su dimisión como director de un centro que ha construido, mimado y convertido en referencia internacional en la investigación sobre tratamiento y contención de enfermedades tropicales. Fue probablemente una decisión fruto del más puro cabreo, y que -después de un largo encuentro con el rector- el científico ha reconsiderado: Valladares continuará dirigiendo el Instituto hasta su jubilación -a mediados del próximo año- o hasta que encuentre alguien que le sustituya. El rector Martinón anunció ayer que ese es el compromiso y dejó caer un par de piropos y agradecimientos preceptivos (en estilo martinoniano, es decir, tirando a estirado) por el trabajo y la entrega del investigador.

El acuerdo no oculta la existencia de un cierto malestar entre distintas familias de investigadores, que define el ambiente universitario en La Laguna desde hace años. Tengo la certeza de que cuando Martinón se refirió a la conveniencia de que el dinero se distribuya atendiendo a criterios de equidad y no a presiones políticas, lo que le preocupaba realmente es una de sus recurrentes obsesiones de siempre, el equilibrio en el reparto de recursos entre Tenerife y Gran Canaria, la misma preocupación que definió su etapa como vicepresidente del primer Gobierno provisional de Jerónimo Saavedra. Alguna gente cambia con los años, desde luego. Pero yo creo que (al menos en eso) Martinón no ha cambiado ni un pelo.