Una de dos (o incluso ambas): o se tienen redaños o se es muy pero que muy oportunista. En medio del rechazo general a todo lo que huela a nacionalismo secesionista, centrífugo o periférico, Fernando Clavijo se descolgó ayer en Madrid, en un desayuno informativo organizado por el Foro de la Nueva Economía, asegurando que hay nacionalismos y nacionalismos. El suyo, al parecer, es de los buenos, bonitos y baratos: un nacionalismo heredero del viejo regionalismo canario, ese que lo que reclamaba era más España en las Islas, más atención de la madre patria, más canarios haciendo país en Madrid. Un nacionalismo cumplidor de la Constitución, respetuoso con las instituciones y leal con el Estado. Un nacionalismo bastante poco nacionalista, pero tampoco vamos a liarnos ahora con la doctrina?

Todo eso vino a decir Clavijo en un acto presentado por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y arropado por la mitad de los dirigentes del PP de Canarias, que acudieron en tropel para demostrarle a doña Soraya (supongo que a ella más que a Clavijo) que una cosa es liarla por un quítame allá ese Negrín, y otra muy distinta causarle problemas serios al socio pequeño. Por eso estaban allí, en perfecto orden de revista, desde el díscolo Asier, la Roldós, Matilde Asián, Cristina Tavío, Carlos Ester, la presidenta de la ZEC Beatriz Barrera, Águeda Montelongo, la exdelegada Bento? todos escuchando embelesados a la jefa deshacerse en elogios a Clavijo, aplaudir la estabilidad del Gobierno regional, y poner en valor la "capacidad de diálogo" y la "seriedad" del pibe.

En un ambiente así, era de pura lógica que Clavijo se creciera explicando a los nacionalistas rojigualdos que "el nacionalismo no es malo", y que "es la uniformidad lo que hace que la gente se sienta excluida", que el nacionalismo puede "contribuir a la estabilidad y pedir que se nos trate distinto", que se puede ser "nacionalista y formar parte de un proyecto conjunto y de la solución de muchos de los problemas de España". No es que Clavijo aspirara ayer a sentar cátedra ideológica, pero el hombre aprovechó para vender en la Villa y Corte un nacionalismo sin estridencias, colaborador, amigable y dispuesto a entenderse con el Estado, incluso apoyando al Estado en asuntos tan peliagudos como la aplicación del 155 a los nacionalistas catalanes. Clavijo no explicó en su discurso a cambio de qué puede el nacionalismo canario ser tan bueno y tan leal y tan fetén, pero tampoco hacía mucha falta: básicamente a cambio de pasta, de toda la que Madrid pueda hacer llegar a Canarias, incluyendo -faltaría más- la del convenio de carreteras.

Pero más le vale a este nacionalismo táctico y fenicio aprovechar lo que toca. Porque no va a durar: la Comisión Europea bendijo ayer a regañadientes el proyecto de presupuesto español para 2018, sabiendo que no se cumplirá el ajuste fiscal ni el acuerdo de llevar el déficit al 2,2 por ciento. Y vienen curvas: la bromita de Cataluña costará un ojo de la cara, el PIB apunta hacia abajo, y habrá seguro menos ingresos de lo previsto. El tierno romance entre el nacionalismo que gobierna el país y el de aquí no va a durar eternamente. Durará lo que dure el duro.