La historia de Brisa, una perra podenca, es una de las muchas que se producen a lo largo de una temporada de caza. Solo que, en este caso, la suya tuvo un final feliz.

Su periplo comenzó durante una jornada de cacería, el año pasado, en el Parque Nacional del Teide, en la que perdió a su propietario. Fue el inicio de un largo camino.

Denunciado su extravío en las oficinas del Parque Nacional, Brisa reapareció unos días después en un albergue para animales del municipio de Adeje, es decir, a unos cuantos kilómetros de donde se le había visto por última vez.

Tras tener conocimiento de la aparición, su dueño acudió a recogerla, pero por problemas con su identificación -llevaba tatuaje y no microchip-, según cuenta el presidente de la Federación de Asociaciones de Gestión Cinegética de Tenerife, Antonio Porras, se le negó la entrega del animal.

Desde ese momento se inició una estrecha vigilancia por parte de los guardas rurales que prestan servicio para la citada Federación, con el objeto de no perder la pista de Brisa. Paralelamente, se realizaron varios escritos que se dirigieron al Ayuntamiento de Adeje, con la certificación de que quien reclamaba la perra era su legítimo propietario. Además, se denunció el caso ante la Guardia Civil. Nada dio resultado.

Pasado un tiempo, el albergue en el que se encontraba dio a Brisa en adopción. La vigilancia sobre ella, sin embargo, se mantenía.

Así permaneció durante otro periodo de tiempo, hasta que, gracias al control que hacían los guardas rurales, se averiguó que la familia acogente iba a realizar un cambio de domicilio al que no podían llevar a Brisa.

El siguiente paso fue obvio. Se buscó el contacto con la familia que la tenía y se logró que esta traspasara el animal a quien la reclamaba desde hacía meses.

"Es indescriptible la situación vivida cuando Brisa escuchó de nuevo la voz de su dueño y cuando volvió a encontrarse con él", reconoce Porras, quien se queja de la "poca colaboración" que mostró el Consistorio de Adeje para que la perra volviera con su legítimo dueño. No obstante, se muestra satisfecho por el final de la historia, en el que no ha tenido que intervenir la Justicia. La misma satisfacción que ha sentido el propietario de Brisa, que descansa desde hace días en La Orotava, de donde partió antes de extraviarse en el Teide.