Un montón de gente de toda Españas está muy muy enfadada porque Pedro Sánchez haya aceptado "hablar de todo" con el xenófobo Quim Torra en la reunión definida como "bilateral" que mantendrá con él este próximo lunes. La verdad es que yo no estoy enfadado por eso. En absoluto. Yo creo que cualquiera puede hablar de lo que le dé la gana siempre que lo haga con educación, sea con el presidente del Gobierno, con un guardia, con una jueza, un cura o una pensionista. Hablar es la forma más elaborada y completa que tenemos los seres humanos de expresar nuestras creencias, nuestras ideas y percepciones. Que alguien hable no significa que haya que aceptar lo que plantea: -"Oye, Pedro, que quiero hablar de la independencia de Cataluña, la celebración de otro referéndum y la constitución de la República?" Torrá puede perfectamente decirle eso al presidente Sánchez. De hecho, no para de repetirlo a todas horas en cuanto alguien le pone un micro delante. Lo que importa no es que Torrá diga eso, sino lo que Sánchez le conteste, que debería ser algo así como: "Ah, pues tú habla de lo que quieras, pero a mi no me vas a camelar, yo tengo claro que con la Constitución actual la independencia no es posible, que el referéndum es ilegal y que la republica es una quimera. Y además no tengo interés ninguno en que deje de ser así?" Punto.

En realidad, lo que tiene enfadados a tantos españoles no es que Torrá quiera hablar de lo suyo, sino la sospecha de que Sánchez pudiera replicarle algo distinto de lo que debe contestar. Pero yo estoy convencido de que Sánchez no va a retroceder ni un milímetro en la defensa de la legalidad y el orden constitucional. Este presidente del Gobierno se me antoja un pelín primavera, pero no dudo de su sentido del deber como representante del Estado. Lo que ocurre es que ha decidido gobernar en una situación insostenible, y al final le toca lidiar con las esclavitudes que eso conlleva. Cosas como acercar a Cataluña a los políticos presos por sus actuaciones durante el Procés, o revisar los conflictos y pendencias del Estado con la Generalidad, inventándose eso de abrir una nueva etapa de diálogo, que es algo que a los Torrá y Torrent les pone lo suyo. Para ellos, independientemente del resultado, supone un reconocimiento simbólico. Para muchos españoles también. A mí, por el contrario, lo que me preocupa es el resultado. Si Sánchez lograra reincorporar a los independentistas catalanes a la legalidad y la sensatez solo reduciendo el nivel de crispación y deterioro institucional, dejando que Torrá y los suyos hablen de todo o acercando a los presos a sus domicilios, yo lo daría por bueno. Lo que ocurre es que no creo que todo eso vaya a servir más que para dar aire a los secesionistas. A mí, no me preocupa que se hable con ellos. Creo que hablar con ellos "absolutamente de todo" lo que quieran hablar es lo que debía haber hecho hace tiempo el presidente Rajoy, en vez de mirar para otro lado o mandar a los policías a resolver a porrazos un problema que no se resuelve con porras, sino con togas. A mí no me preocupa que se hable. Lo más mínimo. Lo que sí me preocuparía -me indignaría, incluso- es que se ceda.

O sea, que hablen. Y que Sánchez le diga a Torrá que en Cataluña hay que cumplir las leyes como en cualquier otro lugar de España, y que quien las incumpla acabará de nuevo en la cárcel.