Pablo Casado, investigado por su currículo sospechoso, mantiene abierta la pelea por la presidencia del PP. Está en su derecho, sobre todo si está absolutamente convencido de salir con bien del sospechoso asunto de sus estudios, cursados en un tiempo récord, en el Centro de Estudios Cardenal Cisneros, una entidad académica dependiente de la Universidad Complutense de Madrid. Casado también se licenció en la Rey Juan Carlos en los estudios de Administración y Dirección de Empresas, y allí realizó -con el mismo equipo académico- idéntico máster del aprobado sin presentarse por la señora Cifuentes. Si Casado lograra hacerse con la presidencia del partido gracias a una alianza con la señora Cospedal, y luego se descubriera que la proeza de sacar Derecho en dos años y trabajando no es fruto de una mente superdotada y de una extraordinaria capacidad de esfuerzo, sino de otra miserable componenda como la de Cifuentes, su elección le haría un daño extraordinario a un partido zarandeado por el estigma de la corrupción y que -en este Congreso- debería proyectar a la sociedad la certeza de una etapa nueva, dejando atrás todas las sospechas.

Mantenerse en la pelea por la Presidencia es una responsabilidad enorme que el señor Casado ha decidido asumir, solicitando ahora un debate abierto con Sáenz de Santamaría. El solo hecho de no dar un paso al costado cuando está siendo objeto de sendas investigaciones -la que realiza la Universidad Complutense y la que afronta la Rey Juan Carlos- demuestra o mucha seguridad o mucha arrogancia. La seguridad no es necesariamente mala en un político, si se combina con la prudencia, la lealtad a unos valores y el sentido común, pero la arrogancia no suele funcionar bien en las sociedades democráticas.

En cualquier caso, Casado lo tiene difícil: la candidata vencedora en la exigua participación de afiliados (no llegó siquiera a los sesenta mil de un partido que alardea de más de 850.000 afiliados) es la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que cuenta ya -además- con algo menos de la mitad de los compromisarios que acudirán al Congreso. Es verdad que la diferencia entre ambos en las primarias ha sido escasa, y que el 62 por ciento de los pocos afiliados que se acreditaron para votar no eligió a la vicepresidenta, pero también es verdad que cualquier otro de los que se presentaron -Casado y Cospedal incluidos- contaron con todavía menos apoyos.

Aun así, para quienes no participan de esta pelea interna por hacerse con el liderazgo de un partido muy tocado en las encuestas, pero que hoy sigue contando con la mayoría absoluta en el Senado y es la fuerza con más representación en el Congreso y en muchas comunidades autónomas y ciudades importantes? para quienes no participan en esa pelea de poder, lo más chocante resulta ser que ninguno de los candidatos que se presentaron, y ninguno de los dos que han quedado, ha realizado la más mínima autocrítica sobre los errores cometidos globalmente por el PP en esta legislatura. Porque es fácil decir que al PP lo sacó del Gobierno la primera sentencia del caso Gürtel, ajena a lo ocurrido durante este último mandato de Rajoy. Pero no es esa toda la verdad: la moción de censura no prosperó solo por la corrupción, también lo hizo por la incapacidad del PP para sacar al país de su atasco, y por el hastío parlamentario con la situación de bloqueo político existente en el país, con la falta de decisión de Mariano Rajoy y con una política basada en no comprometerse con los problemas, verlas venir e ir tirando. Una política genéticamente "mariana", que no fue contestada por nadie -tampoco por Casado, ahora lenguaraz y "aznariano"- mientras Rajoy mandaba.