El Consejo Político Nacional de Coalición Canaria eligió el sábado -el mismo día en que el PP optaba por entronizar a Pablo Casado- al actual presidente del Gobierno, Fernando Clavijo, como candidato nacionalista a la Presidencia del Gobierno regional en 2019. La elección se produjo por unanimidad de los presentes (falto un tercio de los convocados) y no fue precisamente una sorpresa: Clavijo era el único que optaba, el único presentado, y además su candidatura había venido avalada por sucesivas aclamaciones de los consejos políticos insulares. En Coalición no hay primarias ni nada que se le parezca, pero eso no quita que no pueda haber conflictos. Hace cuatro años, la pelea por sacar a Paulino Rivero de un cargo que había hecho suyo, se saldó con un cisma entre el partido y Presidencia y sus hombres.

Clavijo ha anunciado que no volverá a optar al mando otra vez, que esta es la última. Lo ha dicho como si quisiera dejar claro que aspira a tener una vida más allá de la política. Es legítimo que lo anuncie, pero es un error hacerlo. Un político no debe hipotecar un segundo mandato coinvirtiéndose en un ''pato cojo'' por decisión propia. Si Coalición sobrevive a la debacle que le auguran sus adversarios, y Clavijo logra volver a hacerse con la Presidencia, algo que resulta a vista de hoy cuando mínimo complicado y dudoso, los últimos dos años de esa segunda legislatura le resultarán un calvario. Si ya es difícil hacerse respetar por los tuyos cuando nadie duda que eres el jefe, mucho más difícil es hacerse respetar cuando los tuyos saben que vas a dejar de serlo.

Además, la cosa no pinta precisamente bonita para los coalicioneros: las encuestas vaticinan que en las elecciones de 2019, Coalición, que es hoy el segundo partido en número de votos, pero el primero en número de escaños, se convertirá en el segundo en número de votos y escaños, por detrás del PSOE. También advierten de la dificultad matemática de sumar escaños para un Gobierno vertebrado en torno a la derecha o a la izquierda. A ambas fórmulas le faltan cinco o seis diputados para sumar. Y el sentido común hace pensar que -será muy difícil articular un gobierno en torno al PSOE, con el apoyo explícito del PP y Ciudadanos. Menos cuando las elecciones generales estarán a la vuelta de la esquina poco después de celebradas las regionales. Al final, después de dos años de esta ''minoría absoluta'', las cifras para formar un gobierno estable sólo cuadran si se vuelve a intentar el acuerdo entre los nacionalistas y el PSOE, quizá con apoyo gomero, pero probablemente con un socialista a la cabeza del Gobierno. Si los sondeos no se equivocan demasiado, la legislatura de 2019 a 2021 podría ser la primera vez que Coalición se viera obligada a renunciar a la Presidencia del Gobierno, desde que fue creada por Manuel Hermoso.

Probablemente eso a Clavijo no sea lo que más le preocupe de futuro que se presenta irreversiblemente complejo. Sospecho que tanto él como Coalición estarían dispuestos a negociar un paso a segundo plano a cambio de salvar otros muebles de importancia en Tenerife y Lanzarote. Pero la apuesta de Clavijo por repetir en la Presidencia resulta -en estas particulares circunstancias- bastante esforzada. En esta ocasión, aunque también se enfrenta a un probable proceso de imputación -por el caso Grúas- fijado al proceso electoral, como ya le ocurrió con el ''caso Corredor'', no parte en las mismas condiciones que hace cuatro años. La diferencia entre ahora y antes es que el mapa político estará más fragmentado por la irrupción de Ciudadanos, con un discurso antinacionalista, que Coalición tendrá más enemigos, y que él ya no es una sorpresa electoral, un repuesto desconocido y por descubrir. Algunos sondeos aseguran que Clavijo cuenta con más valoración que su partido y eso juega a su favor. Yo creo que lo que jugaría a su favor es mantener -en un Parlamento de 60- los 18 diputados con los que cuenta hoy. Y eso es muy difícil que ocurra.