En medio de la tormenta provocada por las filtraciones interesadas del comisario Villarejo y la cacería de ministros organizada por el PP y Ciudadanos contra Pedro Sánchez, la presión para que convoque elecciones cuanto antes no para de crecer. La crisis abierta por las revelaciones de Villarejo sobre la ministra de Justicia, Dolores Delgado, ha servido de excusa para que en la sesión de control al Gobierno de principios de semana, tanto Ciudadanos como el PP pidieran el adelanto de elecciones. También Podemos se ha sumado a la presión contra la ministra, en declaraciones del propio Pablo Iglesias, muy crítico con Delgado y sus supuestas relaciones -vía bufete del exjuez Garzón- con "las cloacas del Estado". Iglesias tiene una especial habilidad para desgastar electoralmente al PSOE mientras apoya parlamentariamente a su Gobierno, sin que se le mueva una ceja.

En ausencia de Pedro Sánchez, de viaje por esos mundos, confraternizando con los calcetines del canadiense Trudeau o pasándoselo pipa en Naciones Unidas, la oposición ha aprovechado para reclamar a Sánchez la disolución del Parlamento. No es que Sánchez vaya a hacer mucho caso a las peticiones del PP y Ciudadanos, pero cada vez son más los frentes que va dejando abiertos. Y no es el menor de ellos su ambigua posición en relación con Cataluña, las peticiones de indulto o libertad condicional para los políticos acusados de sedición y rebelión, o la inaceptable reconsideración de la deuda catalana (la histórica y la otra). Gobierno y Generalitat pactaron hace días una inyección para las arcas catalanas de 1.400 millones, a entregar en anualidades durante los cuatro próximos años, mientras al resto de las regiones -las cumplidoras de sus obligaciones fiscales, como Canarias- se las acogota impidiéndoles gastar los ahorros.

A todo eso se suma el bloqueo al que la Mesa del Congreso, con mayoría del PP y Ciudadanos, somete a los Presupuestos de 2019. Al negarse a permitir obstaculizar la desaparición del poder de veto del Senado a la aprobación del techo de gasto del 2019, la Mesa paraliza la discusión de los Presupuestos, y obliga a Sánchez a gobernar prorrogando los del PP. Un verdadero callejón sin salida para las políticas pactadas por Sánchez con Pablo Iglesias, que implica el inicio de una crisis que solo podría resolverse convocando elecciones. Ya nadie discute que se adelantarán las elecciones, sino cuándo serán convocadas.

Los nacionalistas, por boca de Ana Oramas, dan por hecho que el Gobierno baraja un adelanto electoral que se produciría en marzo de este año, o en el próximo otoño. Oramas no cree que Sánchez pueda mantenerse en Moncloa hasta el final de la legislatura. El propio Sánchez dijo ayer que si le tocan mucho las narices convocará elecciones, pero lo cierto es que si lo hace es porque va a resultar difícil mantenerse en Moncloa sin presupuesto, aplicando el del PP de 2018, y mucho menos si no puede aprobar tampoco los presupuestos de 2020, algo que no va a cambiar si no cambia la composición de la cámara. Uno puede aguantar gesticulando un día y otro también para solaz y entretenimiento de la galería. Pero en política, el exceso acaba por convertir los gestos en muecas. Y en eso estamos ahora.