Ya han visto estos días el debate sobre el sueldo de los políticos. Si ganan más, si ganan menos. Si un alcalde gana más que el presidente del Gobierno. Escuchaba también a Román Rodríguez, presidente de Nueva Canarias, decir que él se gana su sueldo bien merecido, que otros no. No sé yo quién habrá medido la productividad del señor Rodríguez para justificarse un sueldo de más de 4.000 euros mensuales. Dietas, asistencias, viajes, teléfono, ordenador y otras cuchipandas aparte?

Los políticos cobran. Y es lógico que quieran cobrar por su trabajo. En España queremos políticos efectivos, baratos, y a ser posible guapetes. Y en algún caso lo conseguimos, porque la erótica del poder atrae a veces más que la del dinero. Pero, sinceramente, ser político no es precisamente un negocio, y cuando se interpreta así ya saben a dónde se llega, a la corrupción. Por ello, más preocupante que el dinero que se gasta en políticos es la calidad profesional de estos.

Al final, sobre la mesa, nos encontramos en el escenario político a unos cuantos profesionales de prestigio y a una infinidad de funcionarios de partido, que pueden ser más o menos competentes, pero que, en muchísimos casos, no han sido responsables de una sola actividad productiva en el mundo real. El desprestigio de los políticos debería proceder de su falta de preparación, no de su sueldo.