Esta semana el corazón de la Isla se sobrecogió con el secuestro exprés de "Chicharrito Reflejo". Sí. Al parecer, el autor de esta fechoría asumió que iba "alcoholizado" perdido cuando cometió tal heroicidad. Eso sí, tuvo el detalle de escribir una nota de disculpa en la que alertaba a los recursos policiales de que había dejado la escultura en la calle Celia Cruz. No descarten que el delito en cuestión lo cometiera cuando iba hasta las cejas de "Burundanga".

Pero "Chicharrito Reflejo" no es el primer relieve con escamas que se levantan en flor en esta capital. ¿Quién no recuerda lo sucedido en torno a la pieza que su día se exhibía en la plaza del Chicharro? La que un día voló de un almacén municipal con rumbo a Valencia para acabar en una chatarrería que pagó 10.900 euros al peso. Visto lo visto, solo se me ocurre una cosa: o en Santa Cruz de Tenerife tenemos a un asesino en serie de "chicharros escultóricos", o los desfases del personal son dignos de "Matrix".

Pero no solo de chicharros se alimenta la crónica negra de obras de arte que siguen extraviadas por esos mundos de Dios o fueron "heridas" en acto de servicio. "El sueño de los continentes" del maestro Martín Chirino, por ejemplo, fue mutilada en 2009 por orden del alcalde para evitar que su presencia en la plaza de Europa ocasionara daños a los carnavaleros. Reparar semejante atrocidad costó a las arcas municipales la friolera de 25.000 euros.