Pulgares arriba, saltitos de emoción, aplausos... Alegría. Muchas señales de júbilo y algún que otro ataque de histeria es lo que se percibió el miércoles en el "gallinero" del Senado. Canarias se acababa de apuntar un tanto largamente perseguido, un logro que desde el corazón de EL DÍA se abanderó durante décadas contra viento y marea. No voy a ser yo quien caiga en la trampa en la que ya cayeron otros, pero la hemeroteca está inundada de artículos, editoriales, reportajes donde se vislumbraba la necesidad de contar con un nuevo Estatuto de Autonomía que nos hiciera más libres.

Don José Rodríguez Ramírez soñó el escenario recién estrenado durante años. La mayoría de las veces exponiendo sus ideas a la crítica fácil, que unos cuantos lustros después nos quieren vender como un principio de soberanía. Insisto. Sin ánimo de polemizar, ni de quedar bien, muchos ciudadanos de a pie se cansaron de defender una visión que hoy nos hace ser un poco más modernos que antes de ayer.

Pueden llamarme inocente, pelota u oportunista, pero yo siempre creí (y lo voy a seguir haciendo) en una frase. "I have a dream". Hay sueños que tardan en materializarse, pero con el tiempo se cristalizan porque el porcentaje de justicia es infinitamente superior al halo quimérico que tus enemigos le quieren dar... Repito. Lo que pasó en el Senado no es un éxito casual que haya que atribuirle a unos pocos, es una conquista ganada desde unas trincheras defendidas por políticos que hoy están en la reserva y por patriotas que no dudaron en alzar su voz.