Es lo que tiene robarle el terreno al mar. Ya vieron las imágenes del océano desatado reventando Garachico y destrozando pisos, con olas de seis metros, en Mesa del Mar. La gente mayor siempre lo ha dicho. Terreno que le quitas al mar, el mar siempre vuelve a por él. Hemos intentado hacer la isla más grande y crecer. Hemos construido sin control. Y el precio de crecer se paga. Menos mal que en esta ocasión, no hemos tenido víctimas.

Tenemos edificios sobre el mar, barrancos cubiertos de edificaciones y escombros, producto de una fiebre de construcción que al final se lo puede llevar todo por delante. Es verdad que ya tenemos planeamientos nuevos, nuevas normas, pero todo lo que hicimos durante años, nos está lastrando. Volvemos a abrir el debate: ¿qué hacemos con lo que está construido? Tampoco se trata de meter la máquina de demoler a todo lo que ya está hecho. Pero está claro que no construir cerca de la costa, no era un capricho. El mejor ejemplo este pasado fin de semana.

Nos estamos llevando avisos. Todos los expertos sobre cambio climático indican que los núcleos costeros y las islas, serán los más afectados por la subida de las aguas oceánicas y los cambios de temperatura. La verdad es que deberíamos reflexionar y tomar medidas concretas sobre un cambio climático que sin duda nos va a golpear duro.