AENA quiere hacer caja en Cuba. Su voluntad de gastarse unos cuantos millones de euros en la patria chica de los Castro no es gratuita. El ente público está calibrando las efervescentes oportunidades de negocio que se divisan desde El Malecón. Su cúpula certificó hace una semana que una de las prioridades es invertir en proyectos aeroportuarios en tierras caribeñas. Esta frase, en boca de un mandamás de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea, puede llegar a resultar incómoda cuando se está discutiendo el futuro inmediato de una de sus instalaciones más rentables: los más de 100 millones de euros anuales que genera Tenerife Sur han servido para modernizar infraestructuras localizadas en Madrid, Fuerteventura, Barcelona o Gran Canaria.

Ante un panorama de este calado, es lógico que Carlos Alonso llegue a experimentar una sensación de descoloque muy típica de La Habana. "¡Me dejaste en blanco y trocadero!", debió pensar el presidente del Cabildo al ver los planos de la obra que tendría que conectar las dos terminales existentes en Granadilla. Y es que por muchas gallinas ponedoras de huevos de oro que Miguel Díaz-Canel le haya ofrecido a Pedro Sánchez, una quijotada de esta magnitud no deja de ser uno de esos desprecios paternales que se quedan anclados en tu corazón muchos años. AENA tiene claras sus intenciones a este lado del Atlántico y, salvo una maniobra sorpresa capitaneada por la administración canaria, volverá a poner el mismo menú sobre la mesa en la reunión de enero de 2019, es decir, arroz a la cubana...