Después de unas semanas de fintas televisivas y adelantos noticiosos que luego no se cumplen, lo que sabemos de la crisis del Cabildo tinerfeño es que a Carlos Alonso el cuerpo le pide romper con el PSOE, y que lo dice con la misma displicente ceremoniosidad con la que yo mismo diría que a mí el cuerpo me pide pactar con Angelina (y pactar mucho, si ella quisiera).

Ocurre que Alonso se siente traicionado por la deslealtad socialista hacia su persona y sus ideas y sus políticas (especialmente las que tiene que ver con la compra del edificio de la familia Plasencia), pero no lo suficiente para considerar que eso sea asunto bastante como para rematar la legislatura mandando a los socialistas a coger viento.

Tampoco Carlos Alonso nos presenta información alguna de cómo sostendría una mayoría en el Cabildo que permitiera votar algún acuerdo en los tres escasos meses que le quedan a la legislatura. No lo hace, pero -sin romper con el PSOE- explica que se siente liberado de buscar cualquier componenda o cabildeo con otras fuerzas políticas para avanzar hasta las próximas elecciones.

El discurso de Carlos Alonso, enunciado este lunes pasado en Radio Club Tenerife por el presidente del Cabildo, parece como una de esas series con cierre en falso: se dan pistas de lo que podría pasar en la siguiente temporada, si la hubiera o hubiese, pero sin anunciar ni los protas que repiten, ni los nuevos que podrían incorporarse. Lo único que deja claro Alonso del guion es lo que le pide el cuerpo pero él no va a hacer. ¿Y por qué no? Pues porque en este final de fiesta que supone la inminente convocatoria de elecciones regionales y locales debe imponerse la sensatez: "hay que tener la cabeza fría y ser responsables".

Siempre es bueno tener la cabeza fría y los pies calientes, sobre todo cuando la fiesta acaba de empezar, y aún queda mucho para que pasen tres meses y se acabe. Podrían hacerse diferentes interpretaciones, pero a Alonso lo que de verdad parece preocuparle es que el Cabildo se le despendole cuando solo faltan esos meses.

En cristiano: Carlos Alonso no rompe el Gobierno porque no quiere hacerlo y darle el gusto de montar un relato al PSOE de Pedro Martín, de la misma forma que el PSOE no lo rompe porque sus consejeros quieren apurar las últimas semanas de salario y dietas. Aquí nadie quiere de verdad romper, aunque unos y otros se declaren partidarios de dejar claro que podrían (e incluso querrían) hacerlo. Pero no lo hacen por responsabilidad.

Cada vez que Pedro Martín da una rueda de prensa para criticar el funcionamiento del Cabildo o acusar a Alonso de no defender los intereses de los tinerfeños, lo hace obviando que Alonso gobierna gracias al apoyo del PSOE tinerfeño que él lidera. Se echa de menos cierta coherencia entre lo que se declara y lo que finalmente se hace.

La explicación es sencilla: esto no son otra cosa que florilegios preelectorales. Filigrana política de andar por casa. Lenguaje politiqués (o cantinflesco) que no revela lo que todos querríamos saber: ¿se comprará o no el edificio de Plasencia tras las próximas elecciones? Yo digo que depende. Depende de cuál sea la mayoría que escriba el guion de la temporada que viene.