El presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, perdió el sábado el primer round en el combate de la ayuda humanitaria. Su plan inicial de hacer cruzar la frontera por Cúcuta a los convoyes de camiones cargados de medicinas y alimentos ha fracasado estrepitosamente, y se salda con la muerte de cuatro personas y el incendio de varios camiones a manos de la guardia fronteriza. La oposición venezolana al dictador Maduro ha fracasado en su intento de entregar y distribuir en el interior de Venezuela las más de 600 toneladas de ayuda humanitaria enviada por Estados Unidos y otros países. Las fronteras y el espacio aéreo fueron dramáticamente cerradas por Maduro, que además rompió relaciones diplomáticas con Colombia, y ofreció al mundo la imagen devastadora y terrible de un tirano que encierra a su pueblo y le dispara, e incendia medicinas y alimentos por los que miles de venezolanos se dejarían matar.

Maduro desató una respuesta tan agresiva y salvaje contra los venezolanos de fuera y los de dentro que miles de ellos se concentraron frente a los cuarteles del ejército para implorar a la Fuerza Armada Bolivariana que abandone la protección de quien hoy actúa ya sin máscara alguna como un tirano contra los suyos. Se asegura que alrededor de un centenar de soldados y oficiales se pasaron al otro bando el sábado. Pero la violencia desatada por Maduro y su milicia política armada fue retransmitida en directo por las televisiones de todo el mundo, provocando el rechazo de millones de personas y de la mayoría de los gobiernos de América y Europa. Maduro se queda cada vez más sólo, sumando únicamente el apoyo de los regímenes totalitarios.

En ese sentido, la estrategia de Guaidó no ha sido un fracaso, sino un éxito: Maduro está desde el sábado más aislado, ha cerrado con siete llaves el país y se enfrenta al rechazo internacional e incluso a la posibilidad de una invasión militar, con la que Estados Unidos sigue amenazándole, en una creciente escalada de declaraciones y bravuconadas.

Y es ahí donde se produce la percepción de que esta operación de ayuda humanitaria para el pueblo de Venezuela contemplaba desde el principio la imposibilidad de conseguir sus objetivos, al menos sin un coste inaceptable de centenares de bajas, de personas asesinadas a tiros. Guaidó podría haber forzado aún más la situación, pero prefirió no ir a un enfrentamiento de sus convoyes contra las tropas armadas de Maduro, que habría supuesto un gigantesco derramamiento de sangre. Sus voluntarios fueron recibidos con balazos y gases, y su ayuda quemada sobre la carretera, y el resultado es que el régimen de Maduro se ha retratado una vez más.

La cuestión ahora es qué va a pasar en los próximos días: ¿Mantendrá Maduro la frontera cerrada las próximas semanas? ¿Cejará Guaidó en su apuesta por forzar la entrada en Venezuela de la ayuda humanitaria? ¿Plantará cara el ejército a Maduro? ¿Intervendrá Estados Unidos? Es muy difícil pronosticar qué va a suceder. Pero la situación es ya incontrolable y explosiva. En Venezuela puede pasar en los próximos días cualquier cosa. La situación ha llegado ya al límite.