Entre el "¡Españoles... Franco ha muerto!" que pronunció un melancólico Arias Navarro y la resurrección impulsada por el gabinete de Pedro Sánchez ya han pasado algo más de 43 años. En 1975 en la "piel de toro" había 230.554 parados, nuestro país recibió a 2.883.138 turistas, el Real Madrid CF conquistó la Liga, en el cine se estrenaba "Zorrita Martínez" -con un elenco encabezado por Naduiska y José Luis López Vázquez- y una cerveza costaba 10 pesetas. Nada que ver con la realidad que nos envuelve. Hoy tenemos 3.289.000 desempleados, en 2018 transitaron a lo largo y ancho de la geografía nacional 81,2 millones de "guiris", el Barça de Leo Messi tiene el campeonato a tiro, en la cartelera del fin de semana se estrena una revisión de "El Gordo y el Flaco" y con diez pesetas no te dan un posavasos para una pinta. Eso sí, continuamos hablando de Franco.

Cuando todos empezábamos a creer que el generalísimo estaba bien enterrado, cuando las cicatrices azules y rojas de la Guerra Civil evidenciaban los primeros síntomas de cicatrización (que ya les digo que queda un buen rato), cuando los tonos grises de Sabina fueron tuneados por cantantes de consumo rápido... Cuando todo estaba en paz. Entonces habló Sánchez y comenzaron los truenos. Franco, todavía en el Valle de los Caídos, será uno de los "invitados" a un proceso electoral que promete unas cuantas jornadas radicales. Vox tiene lleno el tanque de la gasolina para tratar de llegar al Congreso.