Son mucho más que un recurso educativo, pero parecen condenadas a una gradual desaparición. No hay año en que una escuela unitaria -centros rurales, situados en zonas alejadas y con muy pocos alumnos- no cierre sus puertas en Canarias. Este curso comenzó con seis menos que en el anterior, y el próximo se producirá la eliminación de otras dos.

Todas las comunidades autónomas han establecido el número de estudiantes por debajo del cual estas escuelas no son operativas. En el caso del Archipiélago, la Consejería de Educación considera que, cuando un centro cuenta con menos de ocho alumnos y no se producen nuevas matriculaciones en un plazo prudencial, está abocado al cierre.

Actualmente hay 167 escuelas unitarias en Canarias, de las que 22 se encuentran por debajo de los ocho estudiantes inscritos. Si esta cifra de alumnado no se incrementa en los próximos años, terminarán por ser clausuradas.

Aunque hay excepciones, que vienen señaladas por la orografía y la distancia. "Hay una en Tenerife, situada en Anaga, que solo tiene tres niños y se mantiene, porque en caso de trasladarlos habría que llevarlos muy lejos", explica, a modo de ejemplo, Demetrio Suárez, director general de Centros e Infraestructura Educativa del Gobierno regional, quien, no obstante, reconoce que "la mayoría desaparecerá".

Suárez conoce bien este tipo de centros; no en vano, ejerció como docente en varios de ellos. Sabe que son escuelas especiales, con un fuerte arraigo en su comunidad -de ahí las resistencias que su eliminación suele generar-, pero también con ciertos problemas para la enseñanza, derivados de la necesidad de atender en una misma aula a alumnos de edades muy diferentes. "Tienes que preparar temas distintos para distintas edades, y eso es complicado", advierte.

El director general describe las actuales escuelas rurales como "un lujo y un atraso al mismo tiempo". Lo primero, porque el centro está "ahí al lado", en referencia a su cercanía y accesibilidad para los niños y familias. Lo segundo, porque "tal vez el alumno no alcanza el nivel que podría alcanzar en una escuela con todos los niveles".

El argumento de la inadecuada atención educativa ha sido empleado por el Gobierno de Castilla-La Mancha para defender la eliminación de más de setenta escuelas rurales desde el curso pasado. No es el caso del Ejecutivo canario, que solo las cierra cuando la caída de la población escolar las hace insostenibles.

Pero también hay expertos que reivindican las ventajas pedagógicas de estos colegios, en los que la convivencia de alumnos de diferentes edades puede poner en contacto a los pequeños con conocimientos más avanzados.

Sea como sea, el próximo curso contemplará la desaparición de otras dos escuelas unitarias de las Islas: La Asomada, en Puerto del Rosario, cuyos alumnos se integrarán en el colegio Domingo Juan Manrique; y el de Arure, en Valle Gran Rey, cuyos estudiantes pasarán al colegio El Retamal.

El año pasado ya se decidió el cierre de cuatro centros en La Palma -Figueroa, Buracas, Tigueroste y Gallegos- y dos en Tenerife -Las Portelas y Almáciga.

Actualmente, Gran Canaria presenta el mayor número de escuelas unitarias, 46, seguida de Tenerife, con 45. La Palma -isla con un gran arraigo de estos centros y que ha protagonizado una lucha constante por su conservación- cuenta con 35. En Fuerteventura hay 15 y en Lanzarote 14, mientras que La Gomera y El Hierro cuentan con seis cada una.

Símbolos de una forma de vida que poco a poco se extingue, las escuelas rurales afrontan un futuro incierto.