El coleccionista Charles Ratton recibe en París un homenaje a su combate por tratar como "obras de arte" objetos ajenos a Occidente y en el que tuvo como aliados a Picasso y a Breton, que quisieron revelar que en ese arte primitivo existía la "emoción" del surrealismo.

El Museo Quai Branly de París consagra la muestra "Charles Ratton, la invención del ''arte primitivo''" a este precursor entusiasta, a través de un conjunto inédito de más de 200 piezas entre las que se encuentran esculturas, fotografías, catálogos, carteles y dibujos.

A lo largo del siglo XX, las técnicas empleadas en Asia, África, Oceanía y la América precolombina eran consideradas "salvajes" y "sin historia" y no fue hasta el año 2000 cuando el museo del Louvre encontró un emplazamiento para este arte, instalado actualmente a pocos pasos de la Gioconda o la Venus de Milo.

Charles Ratton (1897-1986) se alió, en los años treinta, a intelectuales y artistas como André Breton, Pablo Picasso o Paul Eluard para defender y reputar las civilizaciones que la Europa colonialista había decidido "menospreciar" estéticamente.

"Llevó a cabo una ferviente campaña para cambiar la opinión de sus contemporáneos, imponiéndose como el principal conocedor de este arte y afirmando que merecía el mismo interés científico que el de la Grecia antigua o la Edad Media", declaró el comisario de la muestra, Philippe Dagen.

Procedente de la Borgoña francesa, Ratton se trasladó a París antes de la Primera Guerra Mundial, donde descubrió su pasión por las piezas africanas a través de la "moda negra" lanzada por los cubistas.

No obstante, la primera exposición de arte africano y oceánico, inaugurada en la galería del teatro Pigalle de París en 1930, fue considerada como "subversiva" y "provocadora", y tuvieron que retirarse siete obras por sus connotaciones eróticas.

Entre ellas la figura "Guerrero del Dios Gou", a la que Ratton quiso desprender del simbolismo de sumisión del pueblo africano al colonialismo francés, para ser considerada por su "belleza refinada a la vez que violenta".

La curiosidad del comerciante se extendió pronto a las piezas del resto de culturas extra occidentales, de las que solía comentar que eran "impropiamente" denominadas "primitivas", ya que únicamente procedían de "zonas más alejadas".

Como las chilkat, capas ceremoniales exhibidas ahora en el Quai Branly, que fueron concebidas en madera de cedro y lana de cabra por el grupo tlingit, de sudeste de Alaska, para reivindicar el prestigio de algunos de sus miembros.

El trabajo propagandístico de Charles Ratton se expandió hasta los abanderados de las vanguardias del siglo XX, que en 1936 confeccionaron una exposición para, en palabras de André Breton, averiguar "qué es surrealista en el arte primitivo y qué no lo es".

"La muestra era una miscelánea de ''objetos naturales'', ''objetos perturbados'' -un conjunto de botellas enterradas en el mar, por ejemplo-, ''objetos encontrados'' u ''objetos matemáticos'', entre otros, realizados por Dalí, Magritte, Duchamp y Picasso", explicó el comisario.

La confrontación de este conjunto debía revelar si el arte "primitivo" producía ese "choc", esa "emoción" -como llamaba Breton al surrealismo-, de la misma forma que lo hacían las creaciones de los vanguardistas europeos.

La muestra de la capital francesa recuerda también el estudio llevado a cabo por el fotógrafo Man Ray con motivo de la exposición "African Negro Art" del Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1935.

Sirviéndose de la figura africana "Reina Bangwa", Ray enfrenta la opacidad de la madera esculpida con la palidez del cuerpo de la modelo fotografiada, uniendo así dos cánones estéticos y dos iconos de identidad antagónicos hasta el momento.

El brazo de la mujer entre las piernas de la escultura acentúa el erotismo de una escena en la que la "Blanca" está cosificada por el deseo masculino y encarna a Occidente, mientras la "Negra", es el incuestionable símbolo de África.