Opinión | Aquí una opinión

Dar las gracias

Elfidio Elfidio. Un espectáculo de Los Sabandeños

Elfidio Elfidio. Un espectáculo de Los Sabandeños / Elfidio Elfidio. Un espectáculo de Los Sabandeños

Una amiga me cuenta, con los ojos húmedos por la emoción, la mejoría que ha experimentado en una horrible úlcera que se le formó en un miembro inferior y para la que llevaba tratamientos de meses que no le aliviaban las molestias y dolores y que cursaba con un evidente empeoramiento del miembro. “Me encontré en ese camino de sufrimiento” dice “a la Unidad de Heridas de Atención Primaria del SCS”… “Han sido mi salvación” y repite, varias veces, el nombre de una persona: Pilar.

Deduzco que se debe de referir a alguien, seguramente una enfermera (esos ángeles que sí existen) que la habría tratado. Y me pregunta que cómo creo que se puede dar las gracias en estas circunstancias.

“No hay forma”, le digo. Únicamente que la abraces y cuando la tengas tan cerca le digas, bajito, que la quieres y que tú te vas a comportar con otros como ella lo ha hecho contigo. Pero, sobre todo, recuerda no olvidar la promesa porque en cada apoyo que prestes a quien lo necesite, estarás haciéndolo en tu nombre pero, también, en el de ella y eso, quedará, para siempre, en el libro de los días de ambas, escrito en el lenguaje que designa la vida.

El encuentro ha sido regresando a casa, cuando yo también flotaba en agradecimiento, aunque por motivos muy diferentes, hacia Los Sabandeños con quienes acababa de tocar el cielo con su espectáculo “Elfidio“, un sentido homenaje al fundador de ese, el mejor grupo de música tradicional del mundo.

A Elfidio Alonso le habían acompañado hasta el escenario hacia la mitad de la función. Desde allí, sentado en una silla y ante un atril que él no necesita (con la pandereta tiene suficiente) nos habló, con voz entrecortada de cansancio, porque ya venía de funciones en otras islas en días anteriores, del significado de la isa, la folia, la malagueña… y nosotros, el público que abarrotaba el Auditorio le mandábamos besos, nos poníamos la mano en el corazón, coreábamos su nombre y estoy segura de que la mayoría de nosotros lo que hubiésemos querido era abrazarle, decirle que le queríamos porque él ha sido y será, siempre, parte de ese libro de la vida de cada uno al que me refería.

Cuando finalizó la función y, como los miembros del grupo abandonaban el Auditorio al mismo tiempo que el público, muchos les pedían fotografiarse juntos. Yo no lo hice pero me acerqué a Javier Hernández y le dije bajito mientras le daba un apretón en el brazo y salía corriendo: nadie canta como usted “Velo que bonito”. Porque ese precioso villancico que Los Sabandeños cantan magistralmente, se escucha en mi hogar todos los meses del año. Y que, diciéndole un “gracias”, esa palabra tan manida y, la mayoría de las veces, tan impostada no le iba a significar lo que, sinceramente, le comenté.

Pues sí, seguramente que dar las gracias se ha convertido en un acto difícil, también por repetitivo. Pero si mi amiga apoya a otros y yo escucho con admiración y cariño a Los Sabandeños puede que estemos inventando una nueva conexión de la palabra.