Opinión | Aquí una opinión

¡No fotis, noi!

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EP

Uno de los actos más estrambóticos de aquel grupo por la independencia de Canarias de nefasto recuerdo, lo presencié en la playa de Las Teresitas. Su, entonces, líder se había desplazado hasta allí para una especie de mitin. Alrededor se juntaron unas cuantas personas: una señora con delantal que, minutos antes, había visto descamando pescado sobre una lancha; un par de amigos que se había traído el mitinero; algún bañista curioso y nosotras que nos limpiábamos los pies de arena en un muro cercano.

Según empezó su cháchara, a uno de los acompañantes debió de parecerle poco gallarda su compostura, a pie de calle y acercó una caja de madera vacía que estaba tirada por allí, a la que casi le obligó subirse y desde la que éste continuó desarrollando un cómico subgénero político del que ignoro duración, supongo que dependería de la capacidad de sufrimiento de su parca audiencia.

Siempre que hay enfrentamientos por episodios de separatismo dentro de este país nuestro, recuerdo la vieja caja de pescado. Es como un símil recurrente.

El actual presidente en funciones, que tendría que aprovecharse de la debilidad en programa y en proyectos de su inepto competidor en la oposición para convencernos, con seriedad, de que o remamos juntos o se hunde la barca, dedica su tiempo y nos hace perder el nuestro a diseñar liftings de imagen que llame «amnistía» o llame «perdón divino» deviene en una ciega ambición por seguir en el poder, aunque el país se desintegre, aunque por vender honra a cambio de un puñado de votos, crezca aún más la insolidaria división entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda de las comunidades que lo conforman.

Tampoco ayuda esa nutrida claque política, encabezada (es un decir) por una siempre sonriente vicepresidenta segunda tan furiosamente aplaudidora. Hay una dolorosa realidad detrás de la frase de que convendría que los políticos de cualquier gobierno fuesen inteligentes, aunque no es absolutamente necesario que lo sean.

Como no termino de perder la esperanza, he titulado esta columna con el grito que desearía que el presidente en funciones lance al fugado de Waterloo y a sus cuates: «¡NO FOTIS, NOI!» (traducido del catalán «no jodas, muchacho») como respuesta a quien le tiene al borde del abismo político (a él y a nosotros), sobre todo porque la ambición por continuar en un cargo se puede parecer, y mucho, a una vieja caja para pescado. Apesta igual.

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