Opinión | Risas y fiestas

Roberta

Roberta

Roberta

No sé muy bien cómo empezar a escribir esta columna. No sé hacerlo porque, primero, ¿cómo se habla sobre que se ha muerto una compañera, alguien a quien admiras, alguien de quien guardas recuerdos muy hermosos? Segundo, ¿cómo chocan la muerte y el simbolismo de la muerte con el simbolismo en vida, con ser una persona? Lo que quiero decir es: el pasado 17 de mayo falleció la artista y poeta Roberta Marrero a los 52 años, y estoy profundamente triste desde entonces y quiero dejar testimonio de ello, de ella, aquí, en esta contraportada de este sábado que le sigue al viernes del homenaje que le prepararon sus amigas-familia de la librería Mary Read en Madrid, todo el mundo con los labios pintados de rojo para despedir a una persona que era buena de verdad, tierna de verdad, y a uno de los referentes LGTBIQ+ más importantes, interesantes y salvajes de nuestro país. Lo que quiero decir es: ¿cómo se habla sobre esto?

Por un lado, la persona. Por el otro, la artista, la escritora, el icono. La muerte es una tragedia humana, muere alguien y se acaba su vida, es de tacto y olor, duele en la ausencia de la particularidad del alineamiento de esos dientes exactos. Una muerte queer es una tragedia política, nuestra, porque el mundo podría ser mejor y no lo es, porque no dio tiempo a que lo fuera para esa persona, porque nos matan de muchas maneras, de tantas tantas tantas. La muerte de un referente es una tragedia pública, sí, por supuesto, nos quedamos huérfanas de alguien que nos hacía la vida mejor, que nos hacía entendernos mejor, que formaba parte de nuestra genealogía, de nuestra Historia, y duele en muchos lugares que son muy personales para quien recibe el dolor.

Esto me parece complicadísimo: porque necesitamos esas voces y ese vivir mejor, porque es real que ser visibles y estar ahí genera justamente eso, a veces deshumanizamos en vida a las personas a las que admiramos, las entendemos solo desde lo que son para nosotras. La orfandad cuando muere un referente es terrible, pero, precisamente por eso, creo que debemos desalojarla de las lógicas de las redes, de lo veloz, y mirarla en su complejidad, no dejarla escapar como un mensaje inmediato que compartimos pero después no nos repercute en nada, que se nos marcha de entre las manos con un soplidito y ya. Lo mismo, diría, en vida: defender, nombrar, indagar, dar importancia, amar.

No sé bien cómo escribir esto, y precisamente por eso lo escribo: faltan palabras para tantas cosas y es tan importante hablar sobre ellas, aunque sea titubeando. La poesía de Roberta, con un cuidadísimo aspecto pop, y a la vez punk, con toda su ironía y toda su carga lúdica, con toda su referencialidad, hace justo eso: poner palabras a lo que tiene que poner palabras, incluso aunque solo se sepa después que había que ponerle palabras. En su ‘Poema a Marsha P. Johnson’, Roberta dice: «Todo cuerpo debe de ser regido solo por si habitante/Todo fuego debería arder para siempre/Todo corazón debería ser irrompible/Toda persona debería ser amada/Todo héroe-heroína debería tener su duelo/Todos deberíamos tener un sitio para llorar a nuestros muertos/Todos deberíamos morir dulcemente/Todo poeta muere joven/Toda mano tendida debería ser estrechada/Todo vacío debe ser llenado». Pienso hoy que la mejor forma de llorar a nuestros referentes es escucharles más que nunca, leerles, celebrarles más que nunca, ser mejores, más que nunca, tal como nos enseñaron a ser.

Aquí escribo hoy para recordar a Roberta. Roberta, ya lo señalé antes, era una persona buena y tierna de verdad. No sé si eso contrasta con su corazón gótico, yo creo que no. Roberta escuchaba, atendía y veía profundamente incluso a quien acababa de conocer, a quien no volvería a ver nunca. Se fijaba y se compartía. Decía siempre qué guape estás o qué nombre tan bonito tienes, contaba siempre cosas que te dejaban electrizada escuchándola, perdiéndote en ese lore maravilloso que te hacía constatar que estabas ante algo maravilloso. Ante una mujer maravillosa a la que no olvidaremos jamás.

Recuerdo que una vez, en la presentación de ‘Todo era por ser fuego. Poemas de chulos, trans y travestis’ (Contintametienes, 2022) en la feria del libro de La Laguna de 2022, Roberta leyó un poema que había escrito combinando fragmentos de letras de canciones de The Smiths. Todo el mundo se quedó flipando al escucharlo. Roberta había conseguido que esas frases que ella no había escrito sí fueran escritas por ella: el significado de su poema era personal y profundo, contaba, ponía los pelos de punta, resignificaba y transgredía aquello que, por otro lado, ella amaba. Roberta era así.

Te querremos siempre, Roberta. Gracias por todo.

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