Opinión | El recorte

Un pulpo en el garaje

MADRID, 25/06/2024.- El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres (2i), la diputada de Junts Per Cataunya Miriam Nogueras, el presidente de Canarias, Fernando Clavijo (dcha detrás), y el diputado de Junts per Catalunya Josep Lluis Cervera, conversan durante la reunión mantenida dentro de la ronda de reuniones con los grupos parlamentarios para informar sobre el acuerdo de modificación legislativa para la distribución de menores migrantes no acompañados entre comunidades autónomas, este martes en Madrid. EFE/Sergio Pérez POOL

MADRID, 25/06/2024.- El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres (2i), la diputada de Junts Per Cataunya Miriam Nogueras, el presidente de Canarias, Fernando Clavijo (dcha detrás), y el diputado de Junts per Catalunya Josep Lluis Cervera, conversan durante la reunión mantenida dentro de la ronda de reuniones con los grupos parlamentarios para informar sobre el acuerdo de modificación legislativa para la distribución de menores migrantes no acompañados entre comunidades autónomas, este martes en Madrid. EFE/Sergio Pérez POOL / Sergio Pérez

Cuando alguien o algo está en un sitio extraño, que no le corresponde, solemos decir que está “como un pulpo en un garaje”. Que es justo donde estaba ayer el presidente de Canarias, Fernando Clavijo.

Carles Puigdemont no estuvo en Madrid negociando con el equipo de Pedro Sánchez los puntos y las comas de la Ley de Amnistía. Es normal, si tenemos en cuenta que un par de jueces le hubieran metido de cabeza en el talego. Pero podría haber ido Pere Aragonés, el presidente de Cataluña. No fue así. Pedro Sánchez envió gente a visitar al exiliado en Bélgica. Y se concertaron diligentes reuniones en donde se negociaron los pormenores de la ley que exigían los independentistas. Luego el Gobierno asumió el texto y lo presentó como una ley exprés, de tramitación hiperlumínica.

Con la reforma de la Ley de Extranjería, para repartir proporcionalmente por toda España los casi seis mil menores no acompañados concentrados en Canarias, el gobierno peninsulero se lo ha tomado un una enorme pachorra. Desde hace ya bastantes años se sobrepasó el límite de la capacidad de las islas. Pero fue solo hace unos meses que en Madrid decidieron, a la fuerza, aceptar la necesidad de reformar la ley. ¿De verdad que les llevó tantos años darse cuenta de algo tan obvio? ¿De verdad puede estar tan ciego el centralismo español que no ve nada más abajo de Cádiz?

Remoloneando y casi a desgana, el desgobierno español aceptó modificar las normas y promover un solidario reparto de menores por todo el Estado. Pero ha sido incapaz de asegurar una financiación clara para tranquilizar a las comunidades que tendrán que asumir los cuidados de esos jóvenes. Y lo que es peor, no ha hecho absolutamente nada para convencerlas. Porque a Moncloa le conviene mucho que las autonomías, que están mayormente en manos del PP, aparezcan como los malos de la película.

De ahí que estemos ante un hecho insólito: un presidente autonómico que se ha ido a Madrid de romería —que al final es un paseo entre muchos cuernos y con cuidado de no pisar ninguna bosta— para convencer a los grupos parlamentarios de votar a favor de una propuesta del Gobierno de España. O sea, el mundo al revés. Como si Pedro Sánchez viniera al Parlamento de Canarias para subir a la tribuna y defender el próximo proyecto de ley de presupuestos de Coalición y PP.

El problema, sin embargo, ni se acaba ni se circunscribe a solo a los menores. Los próximos meses puede poner a las islas en el escenario de una arribada sin precedentes. Según algunas fuentes, miles de personas, muchos de ellos jóvenes, pueden lanzarse a la ruta canaria. Si se pudiera solucionar el problema de los menores no acompañados, que está por ver con la peña que hay en este país, aún nos queda el vidrioso asunto de que no hay medios materiales ni humanos ni instalaciones adecuadas para absorber una llegada masiva de mayores. Y que esos medios y esas instalaciones se están pidiendo sin que nadie en Madrid haga ni puñetero caso.

El presidente canario, Clavijo, que se llevó en su parranda madrileña al ministro Torres, para tocar un melancólico timplillo de acompañamiento, no solo tiene que ganar una batalla, sino dos. Muchas me parecen.

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