Opinión | El recorte

Vuelva usted mañana

Funcionarios en su trabajo.

Funcionarios en su trabajo. / EPE

Para los sindicatos mayoritarios el problema de la administración pública autonómica es que falta personal. Si uno le echa un ojo a la realidad objetiva no sé de dónde sacan los datos. Según las cifras que maneja el propio sector público hemos pasado de 60.925 empleados de la Comunidad Autónoma en 2017 a la friolera de 95.717 en 2023. O sea, treinta y cuatro mil efectivos más en seis años. ¿Les parece poco?

Las evidencias tiene una vida independiente de los argumentarios. En seis años hemos pasado de gastar tres mil quinientos millones en el capítulo de personal y gastos corrientes a cinco mil quinientos. Y todo ese esfuerzo se ha volcado, mayoritariamente, en educación y los servicios públicos de salud. Pero a pesar del grueso aumento presupuestario y del refuerzo de plantillas, las listas de espera de la Sanidad o los malos indicadores de la Educación no han mejorado. Por no decir que han empeorado.

En el mundo privado, una empresa que sube su plantilla en casi un cincuenta por ciento y su presupuesto de gastos en un sesenta por ciento y no aumenta sus ventas y su eficacia, se lo haría mirar inmediatamente. Pero el universo público funciona con otras leyes físicas. Los ingresos están asegurados y se pueden subir discrecionalmente conforme van aumentando las necesidades de financiación. Eso es lo que creen, hasta que la vaca se muere de tanto ordeñarla.

Los liberales extremos demonizan el sector público, la burocracia y la mamandurria política, como el origen de todos los males. En realidad no es así. Es un factor de convivencia. Pero en un cuerpo existen órganos fundamentales —piel, corazón, pulmón, músculos— y también grasa. Y cuando el tejido adiposo se desborda hablamos de una patología; de una obesidad que pone en riesgo la vida y el funcionamiento del propio organismo. Desde hace un tiempo a estas partes —nuestras partes, mayormente— el crecimiento de la administración más inútil se ha desbordado. Los partidos políticos se han convertido en una agencia de colocaciones de la mediocridad y cada vez que llegan unas elecciones es posible observar, justo antes, como se dispara el número de contrataciones en empresas públicas y sucedáneos. Y siempre con un discurso que lo ampara.

Valga como ejemplo la última odisea de Pedro Sánchez. Ha anunciado la contratación de medio centenar de científicos para reforzar el asesoramiento del Gobierno. ¿Quién puede negar el valor de la ciencia aplicada a la gestión política? Queda feo, ¿verdad?. Medio centenar de cargos que entran y ninguno que sale. Y así, el número de asesores del Gobierno pasará a ser de 919 personas de los que más de la mitad, 497, trabajan a las órdenes directas de la Presidencia. Echando la vista atrás este es el Gobierno más asesorado de la historia, casi duplicando los quinientos asesores que se encontró al llegar.

La función pública necesita menos normas y un control de la productividad de los empleados para que no paguen justos por pecadores. Pero nadie, ni políticos ni sindicatos, quiere meterle mano en este país a cuatro millones de votantes y sus familias. Y así ocurre que el “vuelva usted mañana” de Larra sigue indemne dos siglos después.

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